Delgado de principios

Por: Dino Madrid

En México, la salud de las niñas y niños no debería estar a merced del marketing empresarial, ni de las componendas entre funcionarios y cúpulas económicas. Pero una vez más, la historia se repite: bajo la retórica del cambio, Mario Delgado reedita el viejo guion del PRIAN, esa alianza implícita entre poder político y negocios que tanto daño ha hecho al país.

Lo denuncia con claridad Hugo López-Gatell: ¿cómo puede hablarse de eliminar la comida chatarra de las escuelas cuando, al mismo tiempo, se sienta a negociar con quienes la producen y lucran con ella? Esta incoherencia no es menor; es profundamente política. Porque no se trata solo de un programa educativo, sino del derecho de nuestras infancias a vivir sanas, sin ser blanco del lucro de las grandes corporaciones.

Incluir a los empresarios chatarreros en la definición de políticas públicas de salud es como poner al coyote a cuidar el gallinero. Se disfraza de “diálogo incluyente” lo que en realidad es concesión, claudicación y, en el fondo, traición al mandato popular de una transformación verdadera. Eso no es izquierda. Eso no es humanismo. Eso es repetir el libreto del pasado con una portada más bonita.

La Cuarta Transformación no se puede permitir estos retrocesos. Si algo nos distingue es la convicción de poner por delante el bienestar del pueblo, no los dividendos de unos cuantos. Ceder frente a las grandes industrias de la enfermedad es renunciar al horizonte de justicia social que nos impulsa.

Y por eso hay que decirlo sin titubeos: quien pacta con el poder económico a espaldas de los más vulnerables, se desliza al terreno de los que siempre han gobernado contra el pueblo. En nombre de nuestras infancias, y por respeto a quienes han luchado por una verdadera transformación, no podemos callar. Porque una izquierda que no defiende a su niñez no es izquierda, es simulación.

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