DEL PAPA A LA JUDICATURA MEXICANA

“La crisis planetaria se profundiza día a día acechando a la humanidad y al planeta mismo, los paradigmas del pragmatismo y la ganancia amenazan a la justicia y también a la democracia como sistema político. En ese difícil contexto el rol de los juzgadores es central y definitorio, el rol de la personas que van a juzgar.  

“Los poderes institucionales legitimados por los pueblos y las leyes, son los llamados a poner límites en la voracidad de las corporaciones y concentraciones económicas que degradan y descargan sin tregua, también para neutralizar proyectos políticos autoritarios y degradantes. 

El compromiso que ustedes asumieron como defensores de la dignidad humana y de la legalidad sustantiva, debe refundarse cotidianamente con discursos y prácticas. La sociedad protegida y guiada por una justicia independiente y una justicia proba, imiten a su conducta las enseñanzas que de ella reciben. 

“Que la organización que hoy crean para México sirva para agruparles, para defenderlos y, por sobre todas las cosas, para que sean mejores juezas y jueces, de tal modo que puedan brindar la justicia que para muchos contextos seguramente reclama su pueblo. 

“Recuerden que las prácticas dignas dignifican a los que las reciben y también a quienes las realizan. La valentía de los jueces frente al poder de los injustos renueva la fe y la fuerza de los pueblos en su gente, nunca están solos los que luchan por el bien.” 

Ese fue el mensaje del papa Francisco en la inauguración del Capítulo mexicano del Comité Panamericano por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana, hace unos días en Tlaxcala, para las y los juzgadores nacionales. 

La palabra del líder religioso más importante de Occidente, ha llamado en otras ocasiones a los jueces de la Américas para coordinar esfuerzos y estrategias por la dignidad humana.     

Una lectura apartada de interpretaciones religiosas desvela la atención  puntual a la justicia, afectada en mayor o menor medida, y variadas características, en diversas regiones del planeta. América Latina no es la excepción.    

Desde otro mirador político, Ricardo Lagos, primer presidente chileno electo en el siglo XXI, dice en sintonía: 

“Me parece fundamental intentar una reflexión sobre las nuevas condiciones del mundo, o sobre la nueva crisis que enfrenta el mundo. Siempre con el ánimo de pensar qué lugar tiene América Latina en este nuevo mundo. América Latina es, siempre ha sido, digamos, prescindible, para la Historia con mayúscula, y ahora, para el camino de la globalización en su conjunto, parece particularmente relegable”. 

“Exige tener instituciones jurídicas respetables para los sistemas democráticos, porque el mundo democrático vendrá a mirar                        nuestro Estado de derecho.”   (La nueva soledad de América Latina. Una conversación. Debate.2022). 

La justicia, sea en su procuración o impartición, toca las estructuras vitales de cualquier país. De ella depende la viabilidad o erosión del Estado democrático de derecho.  

La función de las y los jueces en esa ecuación es determinante. De ahí la trascendencia de construir espacios de diálogo judicial para identificar problemas comunes y construir soluciones aplicables a la diversidad jurídica continental. 

Es tiempo de repensar la visión y funcionamiento de mecanismos internacionales como la Cumbre Judicial Iberoamericana, fundada en 1990, para permear su modelo hacia todos los niveles de las estructuras regionales responsables de la justicia y sumar su experiencia local.