Este 02 de octubre se cumplieron 55 años de uno de los eventos más dolorosos de la historia moderna de nuestro país. Aquel movimiento estudiantil se gestó y desarrolló con la intención de materializar un cambio que permitiera alcanzar un estado de libertad pleno y de conciencia, evidenciando las injusticias y abusos de autoridad que sin ningún reparo ejercía la elite política; quien lejos de procurar la democracia participativa y el bien de todos los sectores de la población, se regían por la usanza del autoritarismo y cinismo político, descomponiendo todo aquello que estaba a su paso.
El hecho ocurrido el 02 de octubre de 1968, con escenario en la Plaza de las Tres Culturas, del centro de nuestro país, cimbró los sentimientos de toda una nación, al ser testigo de una masacre de decenas de estudiantes preparatorianos y universitarios que legítimamente manifestaban sus peticiones, obteniendo en respuesta un ataque con el uso de la fuerza pública, siendo víctimas de una estrategia planeada con saña y ejecutada bajo el retrógrada argumento de custodiar un evento deportivo.
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Los jóvenes participantes en este movimiento, centraban sus peticiones en diversos puntos, entre los que se encontraba la libertad de expresión; manifestación de sus pensamientos y opiniones políticas sin miedo a represalias, mejoras en la educación; pedían reformas en el sistema educativo mexicano para hacerlo más accesible, relevante y equitativo, fin de la represión política; se demandaba el cese de la persecución y represión de los activistas políticos por parte del gobierno, reducción de la desigualdad socioeconómica: luchaban contra la creciente desigualdad socioeconómica en el país y buscaban políticas que beneficiaran a los sectores marginados de la sociedad, reformas políticas: exigían reformas democráticas que permitieran una participación política más abierta y justa en el país. Estas peticiones nos heredaron una huella revolucionaria en los movimientos sociales, y el andar por un camino poco explorado hasta ese momento.
Estas demandas reflejaban el descontento generalizado de la juventud mexicana en ese momento con respecto al gobierno autoritario y las condiciones sociales y políticas en el país. Aplaudo y celebro que estas luchas persistan, que los jóvenes continúen siendo disruptivos y mejorando las condiciones de estos tiempos, con la claridad de que los actuales gobiernos, en su gran mayoría y con sus excepciones aún en estos tiempos, son respetuosos de las manifestaciones y variedad de opiniones.
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Bajo este análisis de movimientos sociales desarrollados en territorio mexicano, vale la pena decir que, el proceso de transformación debe continuar, con esta capacidad de unión y solidaridad entre estudiantes e integrantes de la sociedad civil en general, o cualquier individuo o colectivo que busque una mejora por el bien común, porque es lo que le da sentido a un movimiento social, ser un factor de cambio en las realidades a fin de mejorar las condiciones existentes, no debemos perder la visión de que es nuestro deber como miembros de esta sociedad, procurar que nadie tenga que soportar condiciones de maltrato, en donde se perpetúen prácticas de agravio disfrazado de respeto por la autoridad.
Hay mucho que contar respecto a los logros que se han alcanzado a partir de que este movimiento de la cuarta transformación encabeza los destinos de nuestra nación, primeramente, después del municipio de Tizayuca y más recientemente de la entidad federativa en la que habitamos.
A colación me gustaría poner sobre la mesa los debates de la despenalización del aborto en el Estado, en ese momento tuve la oportunidad de participar a favor de esta reforma en mi calidad de legisladora, apoyando las reformas al Codigo Penal del Estado de Hidalgo y la Ley de Salud para el Estado de Hidalgo.
Fue un proceso complejo con algunas debacles producto de la diversidad de opiniones, pero también una lucha ganada a partir de la libertad de expresión y escucha desde los espacios de toma de decisiones, si bien era un tema un tanto escabroso por las ideas concebidas tradicionalmente, se abrió paso hacia una libertad de derechos y garantía de plenitud en democracia, que enmarca el respeto por la libertad de expresión. El 68 no se olvida, y tampoco se olvidan las causas de nuestras luchas, por el contrario, continúan siendo una constante en nuestros días, un impulso para continuar con esta cuarta transformación.
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