Daniel Escorza historiador mexicano

Daniel Escorza, historiador que ha dado voz a la imagen de México

Es miembro de número de la Academia Hidalguense de la Historia

Daniel Escorza Rodríguez, originario de Pachuca y miembro de número de la Academia Hidalguense de la Historia, es una de las figuras más destacadas en la conservación del patrimonio visual del país. Con más de 35 años de trayectoria en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha dedicado su vida a la investigación histórica, especialmente a través del archivo fotográfico Casasola, resguardado en la Fototeca Nacional.

Nacido en 1963, su infancia transcurrió en una ciudad muy distinta a la actual. “Pachuca era una ciudad pequeña, muchas familias se conocían, al menos de vista. No sabía que la historia se podía estudiar hasta que llegué a la preparatoria”, cuenta. Su formación inicial fue en la Escuela Julián Villagrán, hoy desaparecida, y posteriormente en la preparatoria José Ibarra Olivares. Fue ahí donde surgió su interés por la historia, influenciado por su gusto por la música, el arte y las ideas. “Quería una carrera que abarcara todo el conocimiento humano, y cuando leí el plan de estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), supe que era historia lo que quería estudiar”.

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Gracias al apoyo de su familia, emigró a la Ciudad de México para ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde cursó la licenciatura y posteriormente una maestría. Su carrera profesional comenzó en el Museo Nacional de las Intervenciones en Coyoacán, Ciudad de México. “Ahí inicié mi labor como historiador investigador, pero en 2001 se presentó la oportunidad de volver a Pachuca para integrarme a la Fototeca Nacional, y decidí hacer el cambio”.

La Fototeca Nacional, ubicada en el antiguo reclusorio del estado, fue fundada junto con el Archivo Casasola desde 1976. “Yo era niño cuando llegó el archivo. Recuerdo que en ese edificio todavía funcionaba la cárcel, y desde afuera se podían ver a los internos. Cuando el penal se trasladó a otro punto, el lugar fue acondicionado para recibir el archivo, que incluyó más de 500 mil piezas entre negativos y fotografías”. A pesar de que actualmente gran parte del archivo está digitalizado, continúa recibiendo investigadores de todo el mundo, lo que da cuenta de su relevancia internacional.

Escorza ha publicado decenas de artículos y nueve libros, entre ellos El pequeño historiador (2010), dirigido a niñas y niños de entre 6 y 12 años. “Es un librito que explica qué es la historia, para qué sirve y si se puede vivir de ella. Va en su tercera reimpresión”. También destacan Agustín Víctor Casasola, el fotógrafo y su agencia (2014), editado por el INAH, y una edición previa publicada en Madrid por la editorial La Fábrica. Ambos títulos están dedicados al célebre fotógrafo revolucionario, tema al que ha dedicado buena parte de su investigación.

En colaboración con el fotógrafo Heladio Vera Trejo, elaboró un libro sobre el mural de Roberto Cueva del Río que se encuentra en la entrada del Instituto de Artes de la UAEH, editado por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Otro de sus libros más difundidos es Ansina se dice, ansina se escribe, publicado por la editorial pachuqueña Elementum, con una segunda edición en puerta y próxima presentación en la Feria Universitaria del Libro.

“Los libros son como hijos. Todos me han dado satisfacción, pero si tuviera que elegir, destacaría el de Casasola, por su importancia nacional, el de Ansina se dice… por su impacto en redes sociales, y El pequeño historiador, porque está pensado para las infancias”.

Además de su trabajo como investigador, Escorza impartió clases durante un tiempo, aunque confiesa que dejó la docencia en 2010. “No me hallé dando clases. Las generaciones cambian mucho y uno debe adaptarse”. Para él, el gran reto actual es lograr que las nuevas generaciones valoren el patrimonio cultural. “Muchos jóvenes tiran las fotos antiguas, no les ven valor. Pero ahí está la memoria visual de las ciudades, de las familias, del país”.

Padre de una joven de 20 años interesada en la estadística, no se preocupa por que ella no haya seguido sus pasos. “No todos tienen que ser historiadores, pero sí es importante que haya interés por la lectura, el arte, la música, la historia”.

Para Escorza, trabajar en el INAH es una forma de servicio público. “No trabajamos para políticos ni para la iniciativa privada. Servimos a la sociedad. Preservar y difundir la historia es también un apostolado”.

Desde la Fototeca Nacional, continúa su labor incansable por conservar y difundir la memoria visual de México, con una visión crítica, sensible y comprometida con su tierra hidalguense.


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