La corrupción ha sido uno de los temas más abordados en los últimos años, y claro que ponerla en el ojo público es una de las medidas para comenzar con su eliminación, pero, erradicarla es algo completamente distinto, no solo se trata de políticas públicas o de sanciones, sino que es un problema polifacético que debe ser analizado desde distintos ángulos: gubernamental, social, económico e incluso personal.
De acuerdo al Estudio de la OCDE sobre integridad en México, éste es el segundo problema más importante en nuestro país después de la inseguridad y el crimen, ya que significa un alto costo económico porque incrementa las tarifas para negocios, disuade inversiones y obstaculiza la productividad; incluso el informe anual del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estima que el costo de la corrupción, para la economía nacional, representa hasta un 5% del PIB.
También lee: ¿Precaución o exceso? Control parental
Esta práctica no solo frena el crecimiento de los países, sino que además genera ineficiencia, lo que influye en el uso inadecuado de los recursos, generando sobrecostos que en muchas de las ocasiones son sufragados por los ciudadanos, y además contribuye a agravar la desigualdad ya que aumenta las disparidades sociales, detiene el ciclo de la política pública, reduciendo el acceso justo y equitativo a los servicios públicos, tales como justicia, seguridad pública, educación y salud.
Y es que la corrupción no solamente daña a aquellas personas que la practican, sino que afecta a todos los ciudadanos, en datos del Banco Mundial se estima que las empresas y los individuos pagan más de 1 billón de dólares anuales en sobornos, y de acuerdo al Foro Económico Mundial, los gobiernos menos corruptos recaudan 4% más del PIB en ingresos fiscales, que los países con el mismo nivel de desarrollo económico, pero con niveles más altos de corrupción.
Te recomendamos: La corrupción y la palabra
Es así que hay que resaltar que en datos del análisis El Costo de la Corrupción publicado por el Fondo Monetario Internacional, la realidad que vivimos con respecto a este fenómeno puede incidir en la capacidad de los gobiernos de recaudar impuestos de manera justa y eficiente, ya que cuanto más complejo y confuso sea el sistema tributario, más fácil será que los funcionarios hagan uso de sus facultades discrecionales en la administración de dicho sistema y exijan sobornos a cambio de un resultado favorable.
Desafortunadamente, pese a que se ha convertido en un tópico con notable importancia aún queda mucho por avanzar, ¿qué hacer para comenzar su erradicación? Lo primero debe ser disminuir la impunidad, pero además se debe continuar trabajando en un sistema de integridad coherente, que disponga de funcionarios comprometidos, y fomentar una cultura organizacional abierta, donde se proteja a los denunciantes o bien donde los colaboradores no teman expresar dilemas éticos, dudas, reportes o errores, ya que en muchas ocasiones el miedo incentiva al silencio y a la indiferencia.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, te puedes suscribir a mi lista en el siguiente vínculo: http://eepurl.com/Ufj3n
Deja una respuesta