En el siglo XVIII el filósofo Immanuel Kant, revolucionó el pensamiento sobre el mundo, este hecho sucedió al mencionar que los seres humanos no podemos conocer lo que hay fuera de nosotros mismos, puesto que, nuestro conocimiento no puede sobrepasar las limitaciones de la mente y de los propios sentidos.
La idea de la terapia Gestalt construye la base de que no sabemos cómo son las cosas en sí, solamente sabemos cómo las experimentamos; uno de cuyos principios es que, la dificultad de la experiencia humana está cifrada por la manera en la que cada individuo la percibe.
Si bien, la terapia Gestalt se fundamenta en teorías de la organización perceptual, tomando en cuenta que el principio básico de la percepción es que “el todo es más que la suma de las partes”; es decir, al sumar las partes emergen elementos que por separado no se percibían; a saber, cuando se combinan varias partes para formar un todo, se crea una nueva entidad con características y propiedades que no se encuentran en cada una de las partes individuales.
Un aspecto interesante de la terapia Gestalt tiene que ver con la propia utilización del lenguaje, esta herramienta es esencial a la hora de aumentar la conciencia de las personas en la utilización del “yo” al hablar. Por ejemplo, una simple variante de “no puedo” a “no quiero” puede establecer quién es el dueño del sentimiento, las emociones surgen dentro de mí y por ende, me pertenecen, no puedo culpar a otra persona por ellas.
Otra ejemplificación, podríamos basarla en la afirmación de que “nadie puede hacerte enojar más que tú mismo”, esta afirmación podemos observarla en cómo reaccionan las personas ante una mala noticia o a una crítica, siempre de manera individual, es decir, cada reacción es distinta en función de la persona.
En la medida en que aprendemos a asumir la responsabilidad de nuestra propia experiencia, desarrollamos un yo auténtico y libre de influencias sociales, ante esto, la persona se ve obligada a responsabilizarse directamente de su manera de actuar y reaccionar, sea cual sea lo que este sucediendo.
El control de nuestro entorno psíquico interior nos proporciona dos poderes: cómo interpretar el entorno y cómo reaccionar frente a él.