La imagen de niños harapientos cubiertos de mugre, musgo, lodo y con los dientes podridos dista mucho de remitirnos a Peter Pan… se trata más bien de un quinteto de desarrapados que se van convirtiendo en modernos primitivos debido a la enloquecida decisión de sus padres, quienes abandonan Granada para incursionar en lo más profundo de la Sierra… hasta donde casi no llegue ni un alma.
Pero el asunto es que una de las hijas aparece en un hospital psiquiátrico convertida en una especie de espectro ambulante que tiene una salud mental y física muy deteriorada y a punto de colapsar; la niña está abrumada por las alucinaciones, los recuerdos y el deseo irrefrenable de suicidarse; para colmo provoca una enorme extrañeza que a la hora de que le preguntan el nombre y le da por responder: Nada.
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Así de opresiva y extrema es la atmósfera de Crisálida, la primera novela del español Fernando Navarro, a quien el mundo indie conoce por ser el co-guionista de Segundo Premio, la película de Isaki Lacuesta sobre el grupo granadino también Los Planetas, además de por ser colaborador de Alex de la Iglesia y contar con su propio trabajo fílmico.
Aunque debo decir que es un libro al que su hermosa portada le da el empujón definitivo, debido a su trabajo a dos barnices -mate y brillante- más la cara de una niña decorada con plantas -todo sobre un fondo negro-; vaya preciosura la que logró la Editorial Impedimenta. Primero lo vi del otro lado del charco y semanas después cuando me sorprendió en una librería local no pude dejarlo pasar -uno quiere tener ese objeto-.
Es así como me planté delante de una historia a la que con acierto han definido como de folk horror y que se muestra como una combinación entre la narrativa de Cormac McCarthy y Stephen King; rebosa pues de elementos de horror y fantasía que se cruzan con un periplo naturalista de una familia de hippies extremos que someten a los pequeños a una situación de psicosis extrema que terminará por desatar la violencia.
Con gran acierto, de Crisálida se dice que es “un salvaje drama familiar donde mística y psicodelia se mezclan magistralmente”… hablamos entonces de una novela que no sólo combina temáticas, sino también subgéneros, tal como lo cuenta el propio autor: “el acid western y el folk horror, me gustan mucho. En el caso de este último, el lugar, el territorio, se convierte en lo más aterrador. Estamos hablando de un bosque que no existe, rememorado y reconstruido en la memoria, al que quería dar ese papel protagonista. Me gustan las historias en las que los espacios en los que transcurren son más mentales que físicos, que se van conformando según avanza la trama. Lo curioso es que hay gente que piensa que esa montaña del Tigre existe, pero es una ficción, un mito que me he inventado”.
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Allí están los personajes de El capitán -medio gitano y muy delincuente- atascado de filosofía New Age y potentes ácidos que comparte a tragos de alcohol barato con su esposa Madreselva y empecinado en conquistar la montaña. aún a costa de enloquecer a sus hijos: Nada, Cuarzo, Rayo, Columbina y Cachorro.
Crisálida está muy influenciada por la cultura granadina y su metafísica, al tiempo que logra un efecto poderoso a la hora de mostrar la locura y la furia desatada… a fin de cuentas, lo único que sobrevive es el delirio.
¿Alguien desea hallar una lectura que estruje e impacte? Esta es su novela.
mho
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