Conoce la historia de Max, una joven miembro de la comunidad autista

Respeto e inclusión piden las familias que tienen a un paciente con algún nivel del Espectro Autista, así lo informó en entrevista con La Jornada Hidalgo, Juana González, una madre de familia.

Afirmó que “yo luché con mi hijo en la primaria, batallé bastante, fui su maestra sombra durante 3 meses”, reflexionó y abundó en que es una labor constante y ardua el poder apoyar con amor a su hijo Max.

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Hoy Max es un joven con 18 años que fue diagnosticado hace 14 años, después de que a los cuatro años no avisaba para ir al baño, tenía estereotipias (movimientos o sonidos repetitivos) e incluso sus familiares llegaron a creer que era sordo.  Además, después de iniciar con su comunicación hubo un retroceso y dejó de hablar.

El diagnóstico le llegó a la familia en un muy mal momento, debido a que el padre en esta familia no tenía trabajo y su madre, apenas tenía 3 meses que había entrado a laborar.

Tuvieron que hacer un largo recorrido entre médicos especialistas de aproximadamente un año, para poder llegar a Atrea, una fundación experta en el diagnóstico y tratamiento del Espectro Autista, que dirige Janet Rangel Sánchez.

Sin embargo, Juana González recién recibió el diagnóstico y sufrió de depresión al grado de llegar a urgencias en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ahí una doctora le recomendó un neuropediatra que trabajaba en Teletón, a su vez este médico le dio el contacto para llegar a Atrea, donde no sólo la reconfortaron, sino que también le ofrecieron la esperanza de un avance para su hijo.

Ahora a diferencia de hace 14 años, cuando no existía tanta información, Juana ve un avance significativo en el tratamiento terapéutico que se reflejan en Max, sin necesidad de que lo medicara, como en algún momento se lo sugirieron.

Es a base de terapias que Max volvió a comunicarse, es un joven sano, que elige su ropa, donde ir, expresa lo que le gusta, como la música, especialmente el rock, entre sus artistas favoritos están Korn y Limp Bizkit.

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Reconoce que las personas con Autismo son minoría, entonces la sociedad no está teniendo un mejor trato, por lo cual ha decidido ignorar los murmullos, las malas miradas y los comentarios que juzgan sobre si su hijo esta consentido o malcriado.

“Al final uno sabe lo que tiene, entonces yo lo único que pido es respeto e inclusión y que sean escuchados, no tendrán algunas personas el habla, pero al final se expresan de alguna manera”, explicó.