El que los estudiantes se alejaran de las aulas ha provocado resultados negativos para un amplio porcentaje de ellos, ya que la educación a distancia y basada en nuevas tecnologías ha supuesto un reto no solo en materia de conocimientos sino de estrategias y por supuesto de infraestructura.
Actualmente, con equipamiento hacemos referencia a tabletas, computadoras, monitores, celulares inteligentes y demás dispositivos electrónicos, incluyendo la red de wifi; esto claro, haciendo referencia al enorme reto que ha implicado estudiar desde casa, sin embargo, tampoco podemos dejar de lado que es necesario que las instalaciones educativas sean las adecuadas.
Y es que no se puede negar que hay una creciente necesidad en cuanto a la construcción de centros educativos, pero esto no debe excluir que dichas edificaciones cuenten con una infraestructura de buena calidad que cambie el entorno de aprendizaje de muchos niños para así continuar subsanando la crisis de aprendizaje que enfrenta América Latina y el Caribe.
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En información del documento Políticas para fortalecer la infraestructura escolar en México, emitido por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación se señala que la infraestructura escolar influye positivamente en la motivación de los estudiantes, en la mejora de sus prácticas de higiene y su salud, incrementa sus niveles de asistencia, lo que en conjunto repercute en su logro académico. Asimismo, las buenas condiciones escolares fortalecen la satisfacción laboral de maestros y directores aunado a un salario digno, lo que propiciará innegablemente el desarrollo de mejores procesos de enseñanza-aprendizaje.
Desafortunadamente en México aún tenemos rezagos que cubrir ya que este mismo reporte indica que de las escuelas públicas de educación básica tomadas para el análisis, al menos el 31% presenta daño estructural, 45% no cuenta con drenaje, 24% carece de mobiliario básico y el 62% no tiene acceso a internet, entre otras muchas insuficiencias.
De acuerdo a datos del Banco Mundial las instalaciones deben ser adecuadas para la edad y el nivel educativo, pero además, las autoridades deben tener en cuenta tres conceptos: 1) inclusividad: garantizando el acceso a los niños más vulnerables, 2) ser adecuada: buscando que se cumplan las condiciones como temperatura, calidad del aire, iluminación e higiene, junto con la resistencia a los choques externos como inundaciones y terremotos y 3) efectividad: lo que facilitará diferentes prácticas pedagógicas como la colaboración y el trabajo en equipo, a través de espacios flexibles.
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Claro que la preparación docente y las estrategias educativas son fundamentales, pero si el entorno no es el adecuado se pueden desarrollar algunos trastornos de comportamiento emocionales y psicológicos o malos hábitos e inseguridades; por lo que trabajar en aprender más allá de los libros y de la memorización incluso a través de la interacción con el propio ambiente será fundamental para disminuir el rezago educativo.
El filósofo español José Ortega y Gasset, afirmaba que: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” es así que aunque el presente artículo aborda la importancia de aspectos tangibles y visibles como salones cómodos, iluminación, mobiliario y tecnología; no debemos cometer el error de no considerar dentro de la “circunstancia” factores como: una relación fluida entre padres y profesores, la gestión adecuada del estrés, la regulación de conflictos, fomentar la autoconfianza, las técnicas de mediación, el diálogo constante, entre otros.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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