El día de ayer se celebraron los comicios más grandes de la historia de México y, sin duda, uno de los más trascendentes para definir el porvenir de las y los mexicanos. Lo anterior, máxime la magnitud del fenómeno electivo, en cuyo contexto se eligieron por medio del sufragio 20 mil 435 cargos de elección popular, entre los que destacan la renovación, en su totalidad, de la Cámara de Diputados federal, 15 gubernaturas, 30 congresos locales y mil 900 ayuntamientos.
En tal escenario, resulta relevante destacar que el proceso electoral se ha enmarcado en un contexto atípico por las circunstancias políticas, económicas y sociales en las que se encuentra nuestro país. Lamentablemente, las campañas se convirtieron en un espacio de golpeteo político permanente, acusaciones, denuncias y violencia, en lugar de representar verdaderos espacios de reflexión, dialogo y contraste de ideas y propuestas para mejorar la calidad de vida de las y los mexicanos.
Poniéndole números, desde septiembre del año pasado han asesinado en el país a 88 actores de diversas fuerzas políticas, y si bien es competencia de las autoridades de procuración y administración de justicia deslindar las responsabilidades correspondientes y esclarecer los motivos de tales crímenes, las causas principales se enmarcan en el entorno de polarización política y violencia en que se encuentra el país.
Por otro lado, todo parece indicar que las opciones políticas de la ciudadanía se redujeron a una dicotomía entre respaldar o rechazar al proyecto y grupo político que actualmente se encuentra en el poder. De ahí que en la recta final de las campañas hayamos sido testigos de la decisión de una veintena de candidatos que han optado por declinar en favor de otros competidores que tienen más posibilidades de resultar favorecidos por el voto de los ciudadanos, y con ello disminuir -o acrecentar- la brecha existente reflejada en encuestas y sondeos.
En tales circunstancias, las autoridades electorales -administrativa y jurisdiccional- habrán de desempeñar un rol esencial para generar las condiciones necesarias que deriven en un proceso electoral satisfactorio y legítimo, mediante la defensa del voto ciudadano en condiciones de certeza, imparcialidad y cumplimiento irrestricto de la ley.
Ayer, los 95 millones de mexicanos enlistados en el padrón electoral del INE tuvieron una cita con la historia, en el marco del ejercicio efectivo del derecho al voto. Nuestro país requiere de la participación de todas y todos para continuar fortaleciendo y consolidando el Estado Democrático de Derecho, y en tal sentido, es preciso que los ciudadanos, previo a acudir a las urnas, hayamos realizado un ejercicio de reflexión, en el que conociéramos a nuestros candidatos y contrastemos sus propuestas y trayectorias, para que entonces, después de dicho ejercicio, hayamos decidido a quién favorecer con nuestro sufragio. Solo así, mediante el voto informado y la participación ciudadana, se nutren las democracias para la construcción de un país para todos y no para unos cuantos.
Consultor y Profesor de la Universidad Panamericana.
@EMILIOSL
Deja una respuesta