No puedo hablar desde otra perspectiva que no sea la experiencia que he tenido. Por lo tanto, todo lo que pueda decirte está cargado de subjetividad. He sido privilegiado en la vida por ponerte en mi camino. Tuve la gran fortuna de acompañar de manera activa a tu madre desde el primer indicio de tu advenimiento. Ella me permitió estar a su lado durante los difíciles meses en que terminabas de gestarte. Y después, en plena pandemia, cuando el colapso del enclaustramiento nos dinamitó, también seguí ahí para velar tu sueño. Y eso es algo que deseo que nunca cambie, que estés cierta de que en lo que a mí concierne, estaré aquí para ti, pequeña hija mía.
Es normal que mi punto de vista sobre ser padre no sea al mismo de otras personas, pues las circunstancias que se han presentado en estos 48 meses me permiten que pueda ejercer mi paternidad de manera distinta. Tengo consciencia de que debo reeducarme, deconstruirme, prepararme para ser otra persona y seguir siendo el mismo.
Durante el último año, desde la última vez que me senté frente al ordenador para escribirte algo, muchas cosas han cambiado en nuestras vidas. La salud de tus ojos se ha menguado, sin embargo, tengo fe en que, con los cuidados precisos, pronto será sólo una anécdota, así como ahora, casi en forma de fábula, tu madre y yo solemos contar lo difícil que fueron los meses de embarazo. Pero más allá de eso, no me queda la menor duda de que pronto estarás lista para seguir disfrutando, sin molestia, lo hermoso de la luz que en silencio se transforma en manantial.
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Pequeña Midi, es muy probable que antes de que termine este 2024 ya estés en condiciones de leer las cartas que durante este tiempo te he escrito, y quizá, con el paso de los años cada una de ellas se acumulen en tu corazón con el mismo amor que he puesto en sus letras, pero en tanto eso sucede, dejame poner de manifiesto que desde tu llegada al mundo no ha existido un solo día de mi existencia en que la fuerza que de ti emana no me impulse a ser un mejor ser humano.
Cada vez que te apartas de mi lado, algo en mi pecho se tensa y siento el crujido de una fractura interna que sólo se cura hasta que nuevamente nuestros caminos se juntan y la miel de tus brazos me envuelve. Ese tiempo en que la herida queda expuesta es el mismo en que trato de robar al día los motivos para hacer que el trabajo me inunde para no pensar en el dolor latente.
No siento ninguna pena de exponerme al mundo al decir mis dudas, los miedos, inquietudes, alegrías y desazones que me suceden; no lo hago para tener ningún tipo de aprobación ni entendimiento, lo hago porque es la alegría y el orgullo de ser tu padre lo que me mueve a gritar a los cuatro vientos que soy un ser privilegiado por tenerte en esta vida.
No deseo ser el mejor padre del mundo, sólo anhelo en ser el padre que tú deseás y mereces. Únicamente eso, poder ser parte activa de tu crecimiento, acompañarte hasta donde nos sea posible, crecer a tu lado, ser contigo.
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