Cuando el próximo 4 de mayo se vean las caras en el ring de la T-Mobile Arena de Las Vegas Saúl “Canelo” Álvarez y Jaime Munguía, estará en disputa, mucho más que la supremacía absoluta de la división de peso super mediano, pues el tapatío finalmente tendrá una oportunidad de revertir muchas de las críticas que se han expresado en su contra, y el tijuanense tendrá acceso a la posibilidad de una gloria casi instantánea.
El hecho de que Álvarez sea la principal figura del boxeo mundial, no lo convierte en el mejor peleador libra por libra del planeta. Su trayectoria boxística es una obra de arte, construida meticulosamente por varios empresarios y personajes del boxeo mexicano, como el desaparecido agente Rafael Mendoza, los promotores Fausto García y “Tutico” Zavala, pero sobre todo, por Fernando Beltrán y finalmente Oscar de la Hoya. Ya el tema de Eddie Hearn en los últimos tiempos, es un accesorio únicamente.
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Oscar replicó la obra de ingeniería que hizo el promotor norteamericano Bob Arum, quien justamente llevó al Golden Boy a convertirse en una figura mediática internacional y finalmente en una de las más legendarias estrellas en la historia del boxeo mundial. Oscar enfrentó a una lista sinfín de campeones mundiales en decadencia y luego, a los mejores peleadores del mundo de dos generaciones.
Álvarez tuvo una promoción de ensueño, un camino pavimentado y luego alfombrado por el propio De la Hoya, con la innegable participación de su socio promocional Fernando Beltrán y Televisión Azteca, quienes tomaron el trabajo que había iniciado Televisa ante su desesperación de ser derrotada round tras round por la televisora del Ajusco. Hasta que “Canelo” como hizo el “Golden Boy”, decidió volar con sus propias alas.
Jaime Munguía es a su vez, una más de las múltiples obras maestras de Beltrán, quién con un talento casi infinito, ha producido a una cantidad industrial de figuras, por supuesto, decenas de campeones mundiales incluidos.
Al tijuanense le llegó “la pelea” antes de lo esperado, pero así como Saúl no es el mejor libra por libra como se proclama por ahí, Jaime tampoco es un improvisado o un “algo menos complicado” que David Benavidez. Es más joven, más fuerte, más alto, con mayor alcance con gran resistencia a los golpes. Desde mi silla de ringside, veo más probable una victoria del retador, que una del campeón.
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Claro está, que Jaime es uno de los dos rivales más complicados que ha enfrentado en su carrera (sin contar a Mayweather), el otro fue “el” Gennady Golovkin de la primera pelea. Si Saúl sobrevive a esta prueba, habrá recuperado mucho del crédito que él mismo se robó por su forma selectiva de buscar rivales. Su tan llevada y traída preocupación de dejar un legado boxístico tendrá sin duda, un pretexto menos, pues se trata de una pelea, técnicamente en gran igualdad de circunstancias. Pero si pierde, estaremos conociendo esa noche, a quien habrá de comandar la atención del boxeo mexicano la próxima década.
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