MUCHOS ENFRENTAN ACOSO Y PRESIÓN DE DUEÑOS QUE ESPERAN MILAGROS
Desde pequeña, Brianda Nallely Méndez Sánchez supo que su destino estaba ligado a los animales. Originaria de Pachuca, a sus 35 años, esta veterinaria se ha convertido en un referente local por su entrega, sensibilidad y profesionalismo en el cuidado de las mascotas.
Su pasión nació en la primaria, cuando su primer perro, Stuart, le despertó un amor incondicional por los animales. La fascinación se consolidó en la preparatoria, gracias a la materia de zoología y las primeras experiencias prácticas, como la disección de ranas, que confirmaron su vocación.
A pesar de la complejidad, encuentra la mayor satisfacción en la recuperación y bienestar de sus pacientes
Tras terminar la prepa, Brianda enfrentó los retos propios de una carrera demandante.
No logró ingresar a la universidad en su primer intento, pero la perseverancia la llevó a cursar la carrera de Medicina Veterinaria en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, donde se graduó junto a un grupo reducido de compañeros.
“Ingresamos alrededor de 120 alumnos y sólo terminamos 32; la carrera depura y fortalece”, comenta. Su infancia entre animales de granja, vacas, caballos y borregos, además de su amor por la naturaleza, reforzó su vocación.
El camino no fue fácil. Los semestres iniciales le plantearon desafíos físicos y emocionales: desde prácticas en rastros hasta rescates de animales en condiciones críticas, situaciones que pusieron a prueba su temple y compromiso. “Hay muchos casos de crueldad hacia los animales: perros macheteados, amarrados con alambres, quemados.
Como veterinaria, aprendes a dar lo mejor, aunque no siempre puedas salvarlos”, explica. Para Brianda, el secreto está en mantener la calma, priorizar la atención y después permitirse procesar la frustración y la tristeza, apoyándose en familia y momentos de desconexión.

A pesar de la complejidad de su trabajo, Brianda encuentra la mayor satisfacción en la recuperación y bienestar de sus pacientes. Desde perros con enfermedades crónicas hasta casos extremos de maltrato, su objetivo siempre ha sido mejorar la calidad de vida de cada animal.
“Verlos agradecidos, un ladrido, un maullido, un abrazo, eso es lo perfecto”, asegura. Esta dedicación se refleja también en su vida familiar: su hija de casi tres años comparte su amor por los animales, y Brianda le enseña desde pequeña respeto, cuidado y empatía.
Su carrera es un ejemplo de vocación y constancia. Aunque enfrenta diariamente la exigencia física y emocional de su profesión, afirma con convicción que volvería a elegir la veterinaria mil veces. Para ella, cada esfuerzo vale la pena, y cada vida animal salvada o mejorada es una recompensa. “Es desafiante, pero me fascinan esos desvelos, las urgencias, la oportunidad de aprender con cada paciente”, señala.
Brianda también hace un llamado a la sociedad: reconocer y respetar la labor de los veterinarios. Muchos profesionales enfrentan acoso y presión de dueños que esperan milagros, sin comprender que su objetivo es el bienestar del animal y que cada intervención tiene límites éticos y médicos. Recomienda siempre verificar que quien atienda a su mascota sea un médico veterinario con cédula profesional, para garantizar seguridad y conocimiento.
Su historia demuestra que la pasión, la perseverancia y el amor por los animales no solo transforman vidas, sino que construyen un ejemplo de humanidad y compromiso en cada intervención, recordando que detrás de cada bata blanca hay un corazón dispuesto a cuidar y proteger.


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