Garlito
Después del niño ahogado, tapan el pozo; no hay peor ciego que el que no quiere ver; odio decir te lo dije; la invasión desquiciada de la vía pública, cualquier esquina, un rinconcito, un recoveco de la calle, que es de todos; detrás de puentes peatonales, en las puertas de las instituciones públicas, pareciera un contagio galopante, donde no había nada, un puesto de tamales, el puesto de la esquina de tacos de birria se extendió varios metros apoderándose de banqueta y arroyo vehicular, los arrogantes de barbacoa adueñándose del paso de los peatones; bajo la premisa del derecho al trabajo y la pandemia, ahora la vía pública es un territorio privatizado, difícil es creer que es burlada la autoridad, más bien son compinches.
Gas
Ante una supuesta ciudad bonita, si se mira con detenimiento la capital del estado es un adefesio, caos en las fachadas de comercios y casas, una maraña de cables de un poste a otro sin aparente orden, ruinas de obras en desuso de administraciones pasadas que permanecen como fósiles inservibles, amontonamiento de obra pública generando un nuevo estilo churrigueresco de la modernidad equivocada; una opción de sobrevivencia, el comercio informal es hoy la actividad más propensa a obtener buenas ganancias, en pocas horas, evadir impuestos, permisos y calidad de producto; fomenta organizaciones fraudulentas de comerciantes que explotan a una mano de obra desprotegida y sin ninguna responsabilidad, el cliente es también víctima, nuevamente es difícil de entender que las autoridades no oyen ni ven nada, serán tan neófitas al suponer que no hay una mafia atrás del comercio ambulante y semifijo, siniestros intereses económicos en una actividad casi ilegal.
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Dicho en este espacio, los puestos de comida chatarra en las afueras de una institución de salud, donde se preparan alimentos con toda impunidad a la merced de la contaminación callejera, sin agua potable, con tanques de gas dentro a unos centímetros del fuego, en las afueras del Hospital de Especialidades del IMSS, frente a otro nosocomio invadido, el ISSSTE, un puesto de tortas explotó a causa de un cilindro de gas doméstico, el saldo dos trabajadoras lesionadas, pero pudo haber sido una tragedia, una explosión en cadena, un incendio, clientes quemados; en teoría hay una institución de protección civil y una autoridad municipal que tiene la responsabilidad de verificar estas bombas de tiempo, la segunda inservible y la primera pareciera que solo acude a grandes catástrofes para salir en la foto, son los puestos semifijos donde se prepara comida un peligro latente donde si hay un percance nadie se responsabilizará, ni siquiera Protección Civil que debe verificar estos puestos hoy amenaza para todos.
Butano
Fenómeno económico, social y gremial, los comerciantes de las calles que manejan gas y fuego, tienen que ser verificados para contar con medidas de seguridad, la autoridad municipal no permitir su operación; el caso de los grandes puestos de barbacoa donde hay más de cuatro tanques de gas o el de carnitas, junto al cazo el tanque, son peligro latente para todos, al parecer a nadie le interesa la seguridad de este sector, menos aún los comensales que si sufrieran una afectación quien sería el responsable, ¿el tortero explotado, el dueño de más de cuatro o cinco puestos, la autoridad o sus inspectores que como embute almuerzan en abundancia en esos puestos? Protección civil debería bajarse al piso donde anda la gente común y observar los peligros en chaluperías, taquerías, fondas, porque aunque sea un comercio establecido, no cuenta con seguros contra explosiones o como siempre después del niño ahogado tapan el pozo; tal vez solo tal vez con esta explosión intenten hacer bien su trabajo deficiente; el sector comercio debe ser observado, grandes anomalías, en el fijo, semifijo y ambulante intereses políticos y económicos, gallina de los huevos de oro privatizar la vía pública.
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Ante este accidente, esporádico pero de suma peligrosidad, el puesto de tortas siniestrado debe ser ejemplo de la falta de verificación de las autoridades correspondientes, del desorden que existe en los mercadillos donde una gran explosión puede suceder, en la indefensión en que se encuentran trabajadores y clientes ante una conflagración, es momento de verificar los miles de puestos de comida callejera que operan con impunidad y bajo el cobijo de autoridades que no encajan en la nueva propuesta de transformación; el sector comercio viciado y bajo la tutela de mafias, es ahora un peligro citadino.
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