DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Bien común

En un documento científico de la Universidad de Panamá, Etelvina Hernández Aguirre, nos da un norte sobre algunos conceptos importantes para entender la construcción del mensaje en la opinión pública de nuestro tiempo, en el artículo señala que: “los caminos recorridos por filósofos y sociólogos hacia el estudio de la naturaleza conceptual de la opinión pública, evidencian un escenario complejo en los intentos por definir las categorías analíticas que permitan comprender la opinión pública como concepto y fenómeno psicosocial, político y comunicativo, que hoy tiene lugar en los espacios públicos digitales…

Y abunda: “diversos han sido los términos usados para referirse a “opinión pública”. En la antigua Grecia: voluntad general, voz del pueblo, vox populi, bien común, en el que prevalecía el don de la palabra para transmitir, persuadir y motivar. La oratoria era la principal estrategia para convocar a los lugareños a las plazas públicas para discutir los asuntos relacionados con el “bien común”. Para los griegos, la opinión era denominada doxa y episteme, muy parecido a la verdad. Platón concebía la “opinión” como una especie de semisaber, basado en creencias vinculadas con el vulgo, el pueblo. En cambio, para Aristóteles, la doxa tiene un valor en tanto es un conocimiento aproximado que se acerca a la verdad. Reconocía, sin embargo, que el hombre, mediante la razón, puede afrontar sus dificultades. Y así, “Varios filósofos griegos se centraron en el asunto de la doxa. Parménides empleó la noción para aludir a la “vía de la opinión”, diferente de la “vía de la verdad”. Platón, por su parte, consideraba que la doxa era un conocimiento engañoso desarrollado a partir de la imaginación y de la fe. De esta forma se oponía a la episteme, un conocimiento que podía justificarse como verdad”

De los conceptos de los filósofos clásicos a Habermmas y más recientemente a Craig o Cooren en sus versiones del Metamodelo Constitutivo de la Comunicación, la realidad es que desde el principio de los tiempos ha existido una necesidad de interpretación y validación de la comunicación que ejerce el ser humano.

La verdad, según Kant, es, en el sentido de la tradición clásica y lo convencional que se le atribuye en el discurso cotidiano, “la adecuación entre el entendimiento y la cosa”, por tal motivo, existe una verdad por cada entendimiento, y esto constituye el hecho en que hay múltiples verdades dependiendo del entendimiento de las personas respecto de la cosa o el suceso. Rosario Serra Cristobal de la Universitat de Valencia señala en un artículo que “en el mundo de la superinformación propio de la era de internet es donde determinados mensajes pueden acabar calando en la opinión pública frente a otros, cosa que puede suceder de manera fortuita o, en la mayor parte de las ocasiones, de una forma pretendida. Es ahí donde las falsedades o las mentiras (fakes) pueden encontrar un terreno abonado para crear opiniones que tienen un demostrado potencial para desestabilizar gobiernos, influir en unas elecciones o poner en riesgo valores importantes del Estado (la igualdad, la dignidad, el pluralismo, la salud…) Es decir, diferenciar lo que es verdad o lo que no lo es, representa en la construcción del discurso y la opinión pública, un reto donde los valores y el interés individual deben marcar la ruta del bien común.