Ausencias en la abogacía nacional

En una etapa compleja para el Estado de derecho y las instituciones jurídicas, incluida la abogacía, a esta la alcanzó el luto por la desaparición física de dos mexicanos notables cuya calidad profesional la enalteció en sus diversos desempeños.

Su tránsito por los caminos del derecho fue estelar en el siglo XX de su origen y pertenencia. Provincianos de nacencia, uno de Guanajuato, otro de Jalisco, iniciaron su formación en instituciones de otros lares: el Instituto Científico y Literario del estado de Hidalgo, en Pachuca, y el Centro Universitario México, en la capital de la república, respectivamente, para después obtener el título profesional en la Universidad Nacional Autónoma de México.

El conocimiento del derecho llevó a Agustín Téllez Cruces y a Sergio García Ramírez a los cargos más destacados a que se puede aspirar con esa disciplina: el primero escaló de secretario de Estudio y Cuenta a Juez de Distrito, magistrado de Circuito, ministro y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

García Ramírez fue procurador de Justicia del Distrito Federal, procurador General de la República, presidente del Tribunal Agrario, Juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Sus dotes fueron aprovechadas en otros espacios, la política y la administración pública, por ejemplo: don Agustín como senador de la República, gobernador de su estado natal y representante presidencial ante el Papa, preámbulo al establecimiento de relaciones diplomáticas con el Vaticano.

El talento de don Sergio marcó sus responsabilidades en la administración pública federal, como subsecretario y secretario de Estado; en la presidencia del IFE; dejó una marcada contribución a la modernización del sistema penitenciario y contribuyó en la dirigencia de su partido político.

Anunciada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la muerte del ministro Téllez Cruces tuvo un trato discreto. Entendible cuando su vida prolongada por más de cien años y su retiro de la actividad pública hace más de veinte, hicieron más flaca la memoria pues muchas generaciones se marcharon antes, amistades, familiares, quienes colaboraron cercanamente, ya no están para testimoniar una trayectoria ejemplar.

El doctor García Ramírez decidió años ha la reserva de su tránsito, fue la rúbrica de su grandeza intelectual. Sin embargo, no pudo evitar el reconocimiento a sus contribuciones en la ciencia del derecho, a través de las redes sociales y en columnas periodísticas.

Cuando la abogacía mexicana enfrenta denuestos, autoagresiones y desprestigio, la muerte cabrona descrita por Carlos Fuentes, nos coloca frente a dos figuras grandes de su nutrida galería, ejemplos de la trascendencia social e histórica de la profesión jurídica.

Los reconocimientos extranjeros recibidos por ambos personajes, desaparecidos con diferencia de unas cuantas horas; la pertenencia de Téllez Cruces a la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación como la de Sergio García Ramírez al Seminario de Cultura Mexicana, confirman sus méritos y acreditan la contribución humana de las comarcas mexicanas al proyecto nacional.

Particularmente destaco la cercanía de don Agustín Téllez Cruces con el estado de Hidalgo, adonde llegó por el trabajo de su padre, estudió, trabajó y se enamoró para formar una familia, como tantas, guanajuato-hidalguense.

Don Sergio García Ramírez permanecerá a través de su valiosa contribución a la cultura universal de los Derechos Humanos.

Descansen en paz nuestros ameritados colegas.