Los arcos de cucharilla que este 12 de diciembre lucen en los atrios de algunas iglesias para celebrar el aniversario 489 de la Virgen Morena, son elaborados por artesanos que dedican jornada completas a la actividad y días para la preparación. Todos motivados por la fe.
Al finalizar las mañanitas a la Virgen de Santa María de Guadalupe, los artesanos coordinados por el señor Ángel Reséndiz observan la conclusión del arco de diez metros de alto que este 2020 crearon para la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en el municipio de Progreso de Obregón.
Se trata de una tradición de 46 años ininterrumpidos, que incluso ni con la pandemia por Covid 19 se canceló, pues comentan que es un compromiso que no pueden dejar de lado, más cuando esta enfermedad apremia y hay que pedirle a la virgen con fe que esta pronto termine.
En el patio de una vivienda, improvisada como taller, explican que iniciaron el domingo pasado, con la extracción de una pequeña palma que se ubica en lo alto de un cerro, y para lo cual cuenta con los permisos correspondientes ante las alcaldías, los propietarios del lugar, así como la Dirección de Ecología. Y la preparación y armado les llevó al menos cinco días con jornadas completas que iniciaban a las ocho de la mañana.
Mientras los hombres se enfocan cada uno en su actividad encomendada, Ángel Reséndiz, cuenta que un Arco para la Virgen de Guadalupe es una ofrenda para agradecer lo favores recibidos y los milagros concedidos.
“Mucha gente no cree que existan los milagros, pero sí. Hay que tener fe y estos se dan”, dice el hombre de 77 años de edad, quien explica que heredó la fe de su padre, quien fue ferviente seguidor de los santos y la virgen, que lo motivaron a la creación de los arcos como ofrenda de agradecimiento.
Cuenta que en su vida existen milagros, como el de su hijo que siendo niño con una enfermedad congénita, y a pesar de visitar varios médicos, no encontró alivio sino hasta que le pidió a la virgen que lo sanara. Fue entonces que encontró al médico adecuado que lo ayudó a superar la enfermedad.
“Mi muchacho es soldado y no le duele nada ya, gracias a los favores de la virgen”, relata, y añade que durante siete años realizó la peregrinación correspondiente al santuario para cumplir con la manda comprometida.
Junto con otros ocho vecinos, y una joven mujer, el coordinador de los artesanos refiere que es un trabajo laborioso y cansado, pero es un compromiso con la iglesia, la virgen, y mientras pueda cumplirá con esta tarea porque los milagros existen y más ahora que se necesitan con esta enfermedad, dijo.
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