Gabriel Rodríguez Liceaga pone al lector con los pies en la tierra, su novela Aquí había una frontera (Editorial Gato Blanco) retrata la guerra que sostienen tres personajes con hambre heroica contra una sociedad caótica, frente a una ciudad que devora al incauto.
Recorre las calles del Centro de la Ciudad de México, en especial detalla cada adoquín, semáforo, tienda y chicle pegado sobre Francisco I. Madero para caminar en las vidas de tres personajes, Felipe, Elio y Frida.
Vicios, sexo, un futuro sin futuro; son jóvenes que sólo viven el ahora, su único fin es el “desmadre”, las relaciones sexuales y vagar mientras reflexionan sobre su vida, si es que se le puede llamar vida.
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Aparte de encontrar momentos chuscos, que arrancan una sonrisa, también es un texto crudo.
“Creo que sí, definitivamente. Es una novela como una borrachera de casi 300 páginas. A veces me pregunto por qué habrá ganado el Premio Sor Juana. En su momento, ganarlo me sorprendió, porque es una historia incómoda, mal portada en ciertos aspectos, que habla de derrotas, de machismo, de esas juventudes un poco rotas y pasadas por alcohol. Es una novela cruda, sí, pero también tiene un toque de humor”, contesta Rodríguez en charla para La Jornada Hidalgo.
Gabriel Rodríguez Liceaga creció en el Barrio Bravo de Tepito, en las cantinas de las que eran dueños su abuelo y su padre, un lugar perfecto para que germinaran tantas historias y alimentaran al escritor.
“Aunque no es autobiográfica, se cuelan pedazos de mi vida. Yo crecí en una cantina. Mi padre tenía una en Tepito, así que mi infancia se desarrolló entre borrachos, futbol y conversaciones estridentes. Desde niño, mi papá me ponía en la barra a leerles a los borrachos. Escribir sobre estos temas es casi inevitable para mí”, recuerda.
Cada página recuerda la juventud de un chilango de barrio, de sus anécdotas y chistes, tan solo leer los títulos de cada capítulo ya es un punto de buen humor.
“Vomitar el tamal completo”, “Ítaca, itacate”, “Aquí empiezan tus nalgas” o “Ataúd hecho con libreros”.
Hay una clara nostalgia por un México que parece esfumarse, por una CDMX que se va perdiendo entre la llegada de costumbres extranjeras y la famosa gentrificación, Gabriel parece que le rinde un homenaje.
“Sí, es un retrato de un México que ya no existe. Al escribirla, traté de capturar ese mundo del Centro Histórico, con bares y cantinas que la pandemia se llevó. Ahora el Centro está lleno de turistas, pero antes había lugares como el Dos Naciones, un bar de ficheras donde uno podía bailar con mujeres de todo tipo. Me tocó vivir un México que desaparece y que, de alguna manera, esta novela intenta rescatar”, cuenta con nostalgia.
Y en ese retrato está la vida de Felipe, Elio y Frida, en especial el primero, quien ya dejó la adolescencia y camina hacia la adultez, pero todos parecen atrapados en una adolescencia prolongada.
“Creo que como sociedad hemos infantilizado la adultez. Es como si los mexicanos nos negáramos a crecer, como si viviéramos con miedo a madurar. En la novela, los personajes intentan mantener esa juventud a través del caos, las fiestas y el desenfreno, pero al final es una lucha perdida. La novela también aborda el fracaso de todas estas ideas machistas que traemos arraigadas, porque tarde o temprano la realidad obliga a madurar.
Frida, la protagonista femenina, tiene una complejidad particular. Lo que implicó un trabajo especial para desarrollar al personaje
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“Frida es uno de mis personajes más libres. Es una mujer que está clara sobre su sexualidad y su libertad, y eso se muestra en la novela. A pesar de que pasa gran parte de la historia en coma, ella sigue siendo un personaje con agencia y profundidad. Su estado de coma permite que otros personajes se enfrenten a sus propios demonios. Sin embargo, no se trata de un castigo; ella no está ahí para ser juzgada.
También aborda temas sociales como el aborto, el machismo y la seguridad de las mujeres.
“Esos temas son fundamentales en mi obra. Frida es una mujer que desafía la cosificación y representa la resistencia de las mujeres a una sociedad machista. He tratado en otras obras la inseguridad de las mujeres, la falta de control sobre su propio cuerpo, y en esta novela Frida simboliza esa lucha. En un país como México, abordar estos temas es necesario porque reflejan la vida cotidiana de millones de mujeres”.
Aquí había una frontera es un libro para caminarlo, olerlo y escucharlo, es el espejo de millones de seres que vagan sin rumbo.
MHO
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