“Contra la obsesión de la muerte, los subterfugios de la esperanza se revelan tan ineficaces como los argumentos de la razón”. Emil Cioran
Hace ya 10 años que el escritor español Miguel Ángel Hernández nos sorprendió y sobrecogió con Intento de Escapada, una primera novela en la que hace una crítica profunda y envenenada del arte contemporáneo más radical y, especialmente, de la actitud cínica que se oculta detrás de ciertas prácticas artísticas supuestamente “comprometidas”; es un libro brutal que sigue tal vital como el primer día.
El novelista nacido en Murcia durante 1977 ha obtenido posteriormente gran reconocimiento a través de El dolor de los demás (2018), una novela de No ficción, que cuenta como su mejor amigo, durante la Nochebuena de 1995, asesinó a su hermana, para después quitarse la vida saltando por un barranco -otro tremendo golpe escritural-.
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Pero ahora nos encontramos ante un nuevo libro llamado Anoxia y del que podríamos decir que se centra en la pérdida de las personas amadas, es decir, es una novela en la que se asoma la muerte como ese tema toral para la existencia humana, pero el acercamiento se da a partir de una práctica muy especial.
Anoxia es una novela que guarda una relación muy estrecha con la fotografía, pues dos de los protagonistas se dedican a fotografiar a personas que recientemente han fallecido con lo que mantienen con vida una vertiente casi en extinción.
El servicio es ofrecido a los deudos como una forma de preservar a sus familiares mediante imágenes obtenidas a muy poco de que estos han fallecido. No sólo resulta impresionante hacer sesiones ante cadáveres, luego vendrá el proceso de revelado y la preparación de un estuche para contener las impresiones.
Acerca de Anoxia, la editorial Anagrama formula las siguientes preguntas: “¿Cuál es nuestra relación con los muertos? ¿Cómo los recordamos? ¿Qué oscuros secretos guardan las imágenes que nos quedan de ellos? ¿Cómo emergemos del duelo y afrontamos el tiempo que nos queda por vivir?”.
Miguel Ángel Hernández elige un tema muy potente, pero lo narra con sobriedad y contención; su prosa, perfectamente planeada, se adentra en una historia: “sobre las fronteras entre la vida y la muerte, sobre la memoria y la culpa, sobre el pasado que nos acompaña y la búsqueda constante del aire que nos falta para respirar”.
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Anoxia, que en medicina significa la falta casi total del oxígeno en un tejido, nombra a una novela que cala muy profundo y de la que Paula Bonet apunta que leyéndola: “aprendemos que la belleza está en los ojos de quien mira y que la carne, incluso muerta, puede no perder la dignidad. Nos arrastra con inteligencia hacia la contemplación estética de la materia inerte y nos hace amar no solo la existencia propia. Nos remueve, nos agita, nos despierta”.
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