En una entrevista del periódico La Republica de Italia, el filósofo Giorgio Agamben declara: “para los antiguos la democracia era un concepto del cual había que desconfiar o, sin embargo, que había que tomar con pinzas, mientras que para nosotros parece ser inmediatamente positivo. La ambigüedad del término viene del hecho de que designa dos cosas distintas: por un lado un principio filosófico-político, es decir, la soberanía popular, por el otro una técnica de gobierno, que en nuestro tiempo ha asumido la forma de ese sistema mediático-electoralista que ha vaciado de todo sentido al primero. El verdadero problema no es hoy la soberanía, sino el gobierno, no el rey, sino el ministro, no la ley, sino la policía. Si la democracia griega se fundaba en una politización de la ciudadanía, la actual se funda en una progresiva despolitización de los ciudadanos. Una sociedad compuesta de telecámaras y de dispositivos de seguridad no puede ser democrática”.
Encuentro estas palabras emparentadas con una ponencia de Enrique Cebrián Mazurca quien afirmó: “Es un lugar común el contraponer la democracia directa ejercida a través de las nuevas tecnologías, lo que se denomina como “teledemocracia”, a la llamada democracia deliberativa. Un punto en común es el de que ambas conceden una especial importancia al discurso público, pero con unos intereses distintos en cada caso: la teledemocracia desde una concepción mercantil de la política, con intereses en conflicto y competencia, mientras que la democracia deliberativa, sin embargo, está fundada en el ideal del autogobierno, surgiendo la verdad, no del choque de intereses y posiciones ya previamente establecidas, sino de una discusión razonada en busca del bien común en cada uno de los temas debatidos”.
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Para Sebastian Berg y Jeannette Hofmann “La democracia digital es un término colmado de aspiraciones políticas. Desde una perspectiva histórica, es el último modelo en suceder a la democracia electrónica y a la teledemocracia, modelos todos que enfatizan la idea de la democratización mediante la tecnología. Cabe destacar que esta idea se ha manifestado no solo en textos y debates, sino también en proyectos experimentales. Desde WELL (1993) hasta la plataforma de participación política “Rousseau”, estos proyectos han buscado vincular visiones específicas de la tecnología de la comunicación con el objetivo de mejorar la democracia (Dahlberg, 2011) mediante la reducción de la alienación política y el aumento de la autodeterminación. A lo largo de los últimos 40 años, podemos distinguir a grandes rasgos tres constelaciones históricas en la evolución de la democracia digital, cada una conformada por configuraciones específicas de tecnologías e imaginarios democráticos: 1) la democracia electrónica; 2) la democracia virtual; y 3) la democracia de redes / web 2.0. En función de los distintos puntos de vista, estos tres periodos están vinculados ya sea por continuidades o por discontinuidades en el pensamiento… Una idea central común a estas configuraciones refiere al uso de las tecnologías de la comunicación para inculcar elementos de la democracia directa en la democracia representativa, lo cual suele verse como un “penoso sustituto del objeto real” (Dahl, 1982). En suma, necesitamos poner atención a nuestra realidad conceptual para lograr entender cuál será el destino de la democracia en el futuro inmediato.
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