En toda competencia humana siempre hay un ganador y un perdedor. Las actividades deportivas son el mejor ejemplo de esta dicotomía. En ocasiones, se llega al caso en el que los competidores registran un empate y si las reglas del juego así lo establecen se recurre a una nueva competencia que arroje al ganador. Para que los competidores no cometan excesos o busquen sacar ventajas indebidas, los mismos jugadores o sus representantes establecen reglas y se designa a un árbitro que las haga respetar.
Ocurre que en ocasiones el equipo o competidor perdedor, buscando alguna justificación a su derrota señala y acusa al árbitro. Ejemplos abundan. El futbol, llanero o profesional, es rico en dar cuenta de las ocasiones en que los jueces de la competencia son objeto de descalificaciones, mentadas e incluso agresiones por parte del equipo perdedor y de sus aficionados. Afortunadamente son las menos, por lo regular el equipo perdedor acepta el resultado adverso.
Lo cierto es que el juicio popular sobre el árbitro se da al final de la justa deportiva, nunca antes. Un clásico nacional entre Chivas y América o un duelo entre Toluca y Pachuca no se entendería si los jugadores o entrenadores descalificaran al árbitro antes de iniciar el cotejo. ¿Se imagina qué hubiese ocurrido si antes de la pandemia, cuando los estadios de futbol eran atiborrados por los hinchas, desde el sonido local se hubiera dicho antes de iniciar el cotejo: “el árbitro del partido de hoy es malo, pitará a favor del equipo contrario porque quiere que nuestro equipo pierda?
Guardando todas las proporciones debidas, y a sabiendas de que lo que está en juego el próximo 6 de junio no tiene nada que ver con un partido de futbol, lo que el País ha atestiguado en los últimos días en materia electoral tiene cierto paralelismo con el sonido local del estadio.
Las campañas electorales apenas van a iniciar, los partidos políticos están postulando a sus diferentes candidatos, la selección y capacitación de los funcionarios de casilla apenas está en proceso, y en ese contexto el Instituto Nacional Electoral, el árbitro de la contienda, ha sido blanco de críticas y descalificaciones desde el micrófono de las mañaneras en Palacio Nacional. La autoridad responsable de llevar a buen puerto el proceso electoral es vilipendiado una mañana sí y otra también por el presidente de la república.
Se llegó al extremo, incluso, de convocar a la firma de un Acuerdo Nacional por la Democracia. en el que participaron el presidente de la república y todos los gobernadores del País, y paradoja de por medio, el INE y sus consejeros no fueron convocados. Fue una nueva manera de decir “al diablo con las instituciones” al diablo con el árbitro electoral.
No son buenas noticias el que a 69 días de la justa electoral el árbitro de las elecciones, el mismo que calificó de válido el triunfo del presidente y de su partido en las pasadas elecciones, ahora sea descalificado públicamente, que se le quiera restar autoridad y ponerlo como el tiro al blanco.
Comentarios: migueles2000@hotmail.com y miguel.perez@estadodemexico.jornada.com.mx
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