No es un tema de lexicología y sin embargo conviene empezar por el lenguaje para llegar a lo que aquí interesa.
Cuando del aborto hablamos, por lo general nos referimos a la idea comúnmente extendida de la privación de la vida antes del nacimiento. Hay en ello una carga importante de elementos históricamente conjugados que han hecho prevalecer la percepción de un acto negativo: provocar la muerte. Uno de esos elementos es el religioso, que cobra mayor o menor fuerza en proporción al arraigo y extensión social de las creencias en tiempo y lugar determinados, así como de la influencia detentada por las instituciones eclesiales entre población y autoridades.
Ese significado del término se reafirma y permanece en el imaginario colectivo. En la plática cotidiana se conserva y trasmite sin ningún rigor. Así lo utilizan diversos actores sociales y, con mayor o menor estridencia, transita por los medios de comunicación, excepto en aquellos con tendencia marcada.
Tan firme es el contenido de su significado desde hace décadas que cuando era motivo de discusión en las escuelas de Derecho, se convocaba a mesas de análisis –las cuales invariablemente nunca alcanzaban conclusiones- a un abogado, un médico y un sacerdote católico. Nunca eran convidadas a esos foros una mujer o una partera, tampoco una voz de la sociedad civil organizada.
Al paso de los años, cuando el reclamo de ejercer el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo cobró fuerza, apareció la respuesta, generalmente adoptada por los políticos ante el cuestionamiento de su acuerdo para llevarlo a las leyes, de proponer una consulta pública decidir si sacarlo o no del catálogo de delitos. Hasta la fecha hay quienes prefieren evitar riesgos en demérito de su carrera aunque de esa manera traicionen el voto de su electorado y/o los principios partidarios que representen.
La evolución del tema ha dejado claro que, como derecho humano que es, no está a debate ni su protección se discute.
Para quienes transitamos en los espacios de lo jurídico, las posibilidades son otras. El espectro es más amplio. Embriopático, espontáneo, ético, eugenésico, legal, terapéutico, por motivos sociales o económicos, son las acepciones en el Diccionario del Español Jurídico, del aborto.
Lo vemos siempre con el horizonte normativo amplio y extenso, de acuerdo al volumen de nuestro conocimiento profesional. En esa arena también sostenemos criterios diferenciados que dependen de cada formación personal, profesional y ética.
Hasta muy recientemente, en ambas visiones, popular y profesional prevalecía una suerte de secrecía, de tabú familiar, poco a poco deslavado a fuerza de los reclamos que lo han visibilizado y mantienen inscrito en la agenda del activismo.
Para el penalista alemán Claus Roxin estamos frente a un problema ideológico. De ahí la conveniencia de cambiar los términos del discurso y hablar de la interrupción legal del embarazo, ILE. El lenguaje importa.
El portugués Boaventura de Sousa Santos señala desafíos opositores a los derechos humanos frente a movimientos que reclaman la presencia de la religión en la esfera pública que, junto con las teologías políticas que los sustentan constituyen una gramática en defensa de la dignidad humana que rivaliza con la que subyace a los derechos humanos y a menudo la contradice. (Si Dios fuese un activista de los derechos humanos, Trotta, 2014). No se dificulta advertir otras influencias en cada coyuntura.
Nuevamente está en la agenda legislativa del estado de Hidalgo la pospuesta modificación del Código Penal para despenalizar la determinación de la madre así como las reformas legales para regular la obligación de las instituciones de atenderlo como asunto de salud pública. Es la posibilidad de empatar la legislación de las y los hidalguenses a estándares internacionales y del derecho transnacional, de seguridad y respeto a los derechos de las mujeres y que considere también el derecho a la conciencia.
Como sucede en democracia, una de las fuerzas políticas en el Congreso adelantó ya el sentido negativo de su voto a la iniciativa. Pronto sabremos como decidirán las y los integrantes de las otras bancadas, a favor o en contra del ILE. Cada voto significará mucho más que eso.
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