Sergio de Régules abrazó la Física como profesión. Su hoja de vida es, principalmente, la de un divulgador de la ciencia a través de sus artículos, conferencias, una decena de libros y la actividad docente. Personalmente conecta rápido. Sonriente y de plática aderezada con una gesticulación ágil, sin formalismos.
Y sin embargo te mueve (Grano de sal, 2024) es su libro más reciente, publicado en la colección Biblioteca Científica del Ciudadano (BCC) dirigida por su colega Omar López Cruz, del Instituto de Astrofísica, Óptica y Electrónica, y el hidalguense Lamán Carranza Ramírez.
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En esa serie creada hace ya un lustro, le preceden trece títulos, en una línea destinada a presentar el pensamiento científico de las y los grandes investigadores (algunos premios Nobel) y divulgadores “para promover el entendimiento público de la ciencia, con el fin de ayudar a las y los ciudadanos en la toma de decisiones”, además de crear “un espacio común para establecer el diálogo entre personas científicas y personas políticas”.
No se trata, puntualizan los directivos de la BCC “de divulgar por divulgar, sino de atender inquietudes e interrogantes de las y los ciudadanos”, de ahí la variedad de temas abordados señalan, “desde la predicción de terremotos hasta la posición que ocupamos en la vecindad cósmica, el combate a la pobreza y el cambio climático, sobre cómo mantener un edificio en pie o cómo usar la lógica matemática para pensar mejor la vida cotidiana”.
En ese contexto se suma De Régules con el texto, evocador por su título de Galileo, presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, espacio donde tuve oportunidad de conocerlo personalmente y tratarlo, gracias a la invitación de Tomás Granados Salinas, director de Grano de Sal.
De las conversaciones entre los congestionados andadores del recinto ferial, en el taxi y el restaurante, o en el diálogo organizado en torno a su obra en la espectacular librería Carlos Fuentes de la Universidad de Guadalajara con Juan Nepote; encuentro una gran coincidencia con Sergio: él entiende poco de Derecho, tanto como yo de ciencia, más allá de la jurídica.
Pero si me queda claro el valor de la divulgación científica como puente para cerrar la brecha entre la ciencia y las humanidades, y más concretamente con el ambiente jurídico y sus entornos. Así se lo platico y percibo su interés; igual cuando le comparto la necesidad de una divulgación con un lenguaje claro, ahora llevado a una categoría superior: el derecho a comprender.
Anima la facilidad de la comunicación entre personas con disciplinas profesionales aparentemente desconectadas, cuando en unos minutos se identifican, de manera informal, los puntos de encuentro. Es suficiente referir algunas situaciones cotidianas donde la ciencia facilita y sustenta la aplicación de la norma jurídica, o cuando fundamenta su diseño en sede legislativa, para la solución de la convivencia en el Estado democrático de derecho.
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Sin identificarlo expresamente, De Régules aborda el problema del lenguaje en las primeras páginas del libro al citar un artículo propuesto para ser publicado en la revista de divulgación de las ciencias de la UNAM: “…no sirve para una revista de ciencia que pretende ser de interés general porque el público lee principalmente por gusto, no para flagelarse, Para atender las necesidades y los deseos de ese público necesitamos que la lectura será cautivadora, aparte de informativa: una cosa que se pueda leer junto a una alberca.”
Dejo para la BCC la provocación: urge un espacio para acercar ciencia y abogacía, en beneficio de ciudadanas, ciudadanos e instituciones.
MHO
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