A casi dos semanas del 8 de marzo, y en el marco del devenir natural de la agenda pública nacional, se presenta la oportunidad obligada de seguir reflexionando en torno a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, a efecto de insistir en reconocer y enaltecer la constante lucha de las mujeres por la igualdad, la justicia, la paz, el reconocimiento de sus derechos y la defensa de su participación y desarrollo en todas las esferas de la sociedad.
Por ello, trece días después, aún se percibe el eco de la movilización generalizada de las mujeres por todo el país, quienes marcharon para recordarnos con claridad y contundencia que nuestras instituciones lamentablemente se han quedado cortas, y no en menor medida, en proveer y asegurar a las mujeres de nuestro país los espacios de empoderamiento necesarios para superarse en diversos ámbitos, desde el económico y el político, hasta el educativo, el laboral y el de salud.
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Y es que dichos espacios aún son sinónimos de brechas importantes de desigualdad de género que el Estado Mexicano tiene la responsabilidad de acotar. En ese sentido, tales ámbitos se reflejan y manifiestan de diferentes maneras: salarios desiguales, barreras para el acceso a puestos directivos, la negativa a una educación y a servicios de salud adecuados, condiciones de mayor pobreza, entre muchas otras.
Vale la pena destacar que México es uno de los países más violentos contra las mujeres a nivel mundial. Según la ONU, 6 de cada 10 mujeres mexicanas han sufrido incidentes de violencia y el 41.3% han sido víctimas de violencia sexual. De acuerdo con un reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los últimos tres años, la cifra de mujeres asesinadas ha ascendido a 10,753, un promedio de 16 mujeres al día.
Lo anterior, sin olvidar que las mujeres mexicanas siguen siendo blancos especialmente vulnerables de trabajo forzado, explotación sexual, violencia, inseguridad, trata, crimen organizado y tráfico de drogas.
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Frente a este panorama, por ejemplo, si bien es cierto que existen determinados mecanismos de búsqueda y protocolos implementados desde los tres niveles de gobierno para localizar a mujeres desaparecidas y procurar condiciones que garanticen seguridad para las niñas, adolescentes y mujeres, tales mecanismos han resultado ser poco eficientes, y en ciertos casos han derivado en nuevos obstáculos para alcanzar el objetivo que tenían encomendado. Lo anterior, debido a que dichos esfuerzos generalmente no se aplican de manera diligente y consistente, añadido a los vicios persistentes en el ámbito de la procuración e impartición de justicia.
En tales circunstancias, la discriminación y la violencia que enfrentan de manera cotidiana y sistemática nuestras hijas, hermanas, esposas y madres es uno de los principales obstáculos para convertir a nuestro país en una sociedad más justa e igualitaria que potencie el desarrollo económico, social y político. Protejamos y empoderemos a nuestras mujeres para un México de prosperidad y bienestar.
Por ello, 13 días después, vale la pena seguir insistiendo en que el 8 de marzo no se celebra, sino que se conmemora, se informa, se alza la voz, se aprende, se escucha, se lucha, se recuerda y se actúa.
EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTORES Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL
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