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Se dice que el día que un héroe muere, nace la leyenda… y fue precisamente hace 20 años que se dio esta transmigración de uno de los más grandes ídolos del equipo de futbol de los amores de los habitantes de la ‘Bella Airosa’. Un lunes 29 de enero de 2001, el futbolista argentino de los Tuzos del Pachuca: Pablo Hernán Gómez, de tan solo 23 años, falleció en un desafortunado accidente automovilístico acompañado de su esposa Mónica González. A esta tragedia sobrevivieron de milagrosamente sus dos hijos Pablo Leandro y Paul Micaela de uno y dos años respectivamente.
Para quienes ‘Pablito’ no solo fue un admirado jugador de futbol, si no un ídolo, un emblema de aquel equipo que de venir del ascenso consiguió éxitos inimaginables, sé que como yo, deben recordar perfectamente el momento y lugar exactos donde recibieron tan triste e impactante noticia, amén del gran ser humano y de la prematura edad que tenía, el hecho de ser el alma del Pachuca de ese entonces, de que en él recayera la responsabilidad de generar los ataques en cada batalla que libraba dentro y fuera de su territorio, dejó una sensación de desamparo entre la afición Tuza.
Pero por favor, recordemos lo agradable de esta epopeya: Pablo nació un 20 de diciembre de 1977 en Mendoza, Argentina, y debutó apenas a los 15 años de edad con Huracán Las Heras y pasó posteriormente por Unión de Santa Fe, Godoy Cruz, Argentinos Juniors en el futbol argentino, para emigrar al balompié mexicano al Morelia y Veracruz de manera efímera, y llegar a la capital hidalguense en diciembre de 1998, como refuerzo de los Tuzos para el torneo Verano 1999.
En poco más de dos años desarrolló una meteórica y exitosa carrera futbolística enfundado en la camiseta blanquiazul. Primero, al conseguir la tan anhelada permanencia del equipo, que se había negado en dos ocasiones anteriores en esa misma década, en un marco pletórico con 25 mil aficionados Tuzos en la grada del Estadio Azteca ante el Atlante, el marcador de 0-0 en nada demeritó el gran festejo que se vivió aquel día sobre la cancha del ‘Coloso de Santa Úrsula’, que nadie imaginaba que solo era el preludio de lo que ocurriría con el Pachuca, de la mano de ‘Pablito’, sin olvidar que el ahora internacional director técnico, Javier Aguirre, comandaba aquel barco.
Para el siguiente torneo del Invierno 1999, el mendocino tomó mayor confianza, convirtió nueve goles y generó el futbol atrevido y espectacular con el que llevó al equipo hidalguense a su primera conquista de un campeonato de futbol de Primera División en su historia. Luego de dejar tendidos en el terreno de juego a equipos favoritos como Morelia, Atlas, y Toluca, venció al Cruz Azul en la gran final con el extraordinario y épico colofón que significó el ‘Gol de Oro’ de uno de sus compañeros de pugnas: Alejandro Glaría.
Luego de esta legendaria afrenta, Pablo Hernán continuó jugando un alegre balompié y brindando tardes de antología a su afición pachuqueña, incluso en busca de conquistas internacionales al llevar a los Tuzos a disputar sus primeros dos torneos: la Copa Merconorte y la Copa de Campeones de la Concacaf.
Parecía que su carrera en vertiginoso ascenso continuaría en el Verano 2001; la magia se había hecho presente en tardes como la de la Fecha 2 ante Necaxa en el Estadio 10 de Diciembre, donde marcó el que sería su último gol, o la del 28 de enero con el triunfo de 2-0 sobre Irapuato en el Hidalgo; aquella ocasión tuvo su última gran actuación que le valió la ovación de la fanaticada blanquiazul, justo un día antes de la trágica fecha.
Tras su partida, en una ceremonia en su memoria, fue retirado para siempre del equipo el dorsal 20 y de manera literal elevado al cielo, desde donde hoy vigila el destino de sus Tuzos, junto a su eterno compañero y también gran emblemática leyenda del Pachuca: Miguel Calero.
Queridos lectores, como siempre ha sido un placer y recibo con gusto sus comentarios en arturohenkel@gmail.com de su columna ‘Epopeyas… de hidalgos, heroínas y otras gestas deportivas’.
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