MIGUEL PÉREZ

La naturaleza nos está gritando

Los desastres naturales, acompañados de tragedias humanas, son cada día más frecuentes en todas las latitudes. Aún cuando no hemos terminado de asimilar la desgracia que viven cientos o miles de personas por un evento cuando ya se desarrolla otro. Eso justo ocurrió la semana pasada. Las imágenes de la tromba que arrastró todo lo que se encontraba en su camino por las calles de Ecatepec estaban aún frescas en nuestra mente cuando la ciudad de Tula era inundada por el desbordamiento de un río. 

Eran las 21 horas del martes y las redes sociales y los medios audiovisuales nos mostraban los efectos de esa inundación en la Clínica del IMSS de esa ciudad hidalguense: 14 pacientes fallecidos. La noticia no era fácil de digerir. Y de pronto un potente sismo con epicentro en Guerrero sacudió a más de 8 entidades del país, incluidos el Estado de México e Hidalgo, que ya vivían su propia tragedia. 

Si bien estos fenómenos producto de la naturaleza han existido siempre, el nivel de destrucción y devastación es cada vez más impactantes. 

De acuerdo con datos de la Confederación Internacional Oxfam, con presencia humanitaria en 90 naciones, el número de desastres relacionados con el clima se ha triplicado en los últimos 30 años. Entre 2006 y 2016, el aumento del nivel del mar a nivel global fue 2.5 veces más rápido que durante casi todo el siglo pasado y lo más dramático: más de 20 millones de personas al año se ven obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de los efectos del cambio climático. 

Por obvias razones, hablamos de lo que nos rodea, de lo que nos impacta en nuestro entorno. El huracán, la tromba, el sismo, los deslaves y la explosión del Popo nos han mantenido ocupados, pero los desastres naturales están en varias regiones del mundo. 

En marzo de 2019 un ciclón cobró la vida de más de mil personas en Zimbabue, Malawi y Mozambique; el año pasado Australia registró los peores incendios forestales que arrasaron con más de 10 millones de hectáreas; a finales del año pasado el continente africano tuvo la mayor infestación de saltamontes de los últimos 70 años, la plaga dañó más de 200 mil hectáreas de tierra en Etiopía, poniendo en peligro el acceso de millones de personas a los alimentos. La lista de eventos naturales es grande. Y a todo ello debemos de sumar la pandemia por coronavirus. 

Los fenómenos naturales siempre han existido y no dejarán de existir. Son situaciones en  las que poco o muy poco se puede hacer cuando está en marcha. Pero su impacto en las vidas humanas, gracias a los avances tecnológicos, sí se pueden prever. Salvar vidas cuando se acerca un huracán, cuando la corriente de un río crece peligrosamente, cuando una presa está llegando a su máximo nivel, cuando la actividad volcánica aumenta considerablemente, son momentos clave para que las autoridades utilicen todos los medios a su alcance para que las personas se pongan a salvo. 

De la naturaleza recibimos el aire que respiramos, el agua con la que nos hidratamos y limpiamos, los paisajes con los que nos maravillamos. Y ahora, la naturaleza nos está gritando. Son muchas las señales que manda a diario. Hay que poner atención a los que nos dice, a lo que nos pide, a lo que nos exige. 

Twitter: @migueles2000 

Comentarios: miguel.perez@hidalgo.jornada.com.mx 


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