YOLANDA

Los anexos y la violencia contra las disidencias sexo genéricas

#TeBuscamosOVERKILL es el hashtag que ha traído de nuevo a la conversación el tema de las terapias de conversión. OVERKILL, una persona no binaria, activista y dragqueen, está siendo buscade por su familia elegida, ya que fue sustraído en contra de su voluntad el 24 de mayo de 2021 y se presume está recluide en un centro de rehabilitación o anexo siendo víctima de Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG).

Varias personas me han dicho que les cuesta creer que una persona adulta (y no menos grave, menor de edad) puede terminar privada de su libertad de una forma tan sencilla ante los ojos de todxs. A mí me genera mucho miedo, rabia e indignación saber que en cualquier momento, cualquier persona puede ser desaparecida.

¿Cómo alguien de nuestras familias sanguíneas, de apellido, legales o elegidas puede decidir que ya no somos personas aptas para estar en la sociedad, para ser autónomas, libres y que merecemos ser recluidas por ser quiénes somos?  ¿Cómo es que los estados y la federación permiten la existencia de estos lugares?

La gente piensa que las personas que son víctimas de ECOSIG van a un lugar clandestino o que nadie sabe su ubicación, donde exclusivamente se trata de “corregir” a las disidencias sexo genéricas, pero no es así. Sí hemos conocido, escuchado o visto estos lugares. Tienen varios nombres: centro de rehabilitación, clínica de tratamiento para adicciones, granja o anexo. A lo mejor te han amenazado ya con enviarte a uno de ellos y hasta les han hecho uno que otro meme, chiste o tiktok.

La existencia de estos centros o anexos responde a una necesidad que el estado no ha sabido subsanar, que es el tratamiento de la salud mental y por ello, particulares han visto en ellos una oportunidad de negocio o quizás, de buena fe, de ayudar a las familias y personas que buscan una atención especializada para sus seres queridos.  Surgieron para atender adicciones, pero ahora sabemos que en ellos convergen toda clase de personas con distintas necesidades de salud mental; otras a las que los estereotipos y la discriminación ve como seres enfermos: las disidencias sexo genéricas y las personas neuro divergentes.

Los testimonios de personas que, en contra de su voluntad han tenido que terminar en estos lugares, cuentan que las condiciones son paupérrimas: desde las instalaciones, los alimentos, los especialistas (que muchas veces no lo son) y hasta los tratos indignantes y degradantes que reciben.

Para terminar con las ECOSIG los gobiernos tienen la obligación de regular, supervisar y auditar estos centros. Si creemos que estos centros desaparecerán con la incorporación del delito de ECOSIG a los Códigos Penales, no estamos viendo la complejidad del problema.

Los ECOSIG los realizan personas que a veces tienen títulos o no. Los realizan las familias y amistades. Los tolera y permite el estado cuando emite los permisos de operación, cuando no hay un seguimiento a su trabajo, cuando los mecanismos de denuncia solo son punitivos y las autoridades aún no comprenden que la gran mayoría de las veces son las personas que amamos y que dicen amarnos las que nos hacen daño.

No existen cifras para saber cuántos centros y anexos operan en el país, ni cuantas personas de las disidencias sexo genéricas están o han ingresado a uno, pero el problema existe y ante eso no podemos quedarnos de brazos cruzados.

 La única certeza que tengo es que nadie, nunca debe ser privadx de su libertad.


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