La fecha de hoy fue proclamada por la Organización de las Naciones Unidas para celebrar cada año el Día Internacional de las Remesas Familiares a propósito de significar la contribución de más de doscientos millones de personas migrantes que con su trabajo pueden enviar dinero a sus familias integradas por otros ochocientos millones de personas que permanecen en sus países de origen.
En la conmemoración de este año –señala la ONU- se resalta la resiliencia de esas personas trabajadoras migrantes ante las inseguridades económicas, los desastres naturales y climáticos y la pandemia mundial. Además ahora se considera una iniciativa fundamental para poner en práctica en todo el mundo el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular.
Por su monto, las Naciones Unidas consideran a estas remesas, también llamadas pagos transfronterizos interpersonales de valor relativamente bajo, como una fórmula esencial para los países en desarrollo, pues vistos de manera individual pueden mostrar un valor relativamente menor, pero cuantificados en conjunto llegan a triplicar el importe destinado en todo el mundo a la asistencia para el desarrollo.
Siempre de acuerdo a información del organismo multinacional, las remesas resuelven muchas necesidades familiares básicas y propician iniciativas empresariales, provocan transformaciones en hogares y comunidades y favorecen en esos núcleos el logro particular de sus propios Objetivos de Desarrollo Sostenible.
A pesar de que la pandemia de COVID-19 anunció una caída sensible en sus flujos, según informes del Banco Mundial la baja fue tan solo del 1.6 por ciento al caer de quinientos cuarenta y ocho mil millones en 2019, a quinientos cuarenta mil millones de dólares en 2020. En ello tuvo que ver la tecnología digital utilizada por las y los remitentes, que decidieron utilizar este medio más económico y efectivo.
Durante 2020 en nuestro país se recibieron cuarenta mil seiscientos millones de dólares, y durante el primer trimestre de este año diez mil seiscientos veintitrés millones. Los estados con mayor recepción fueron Jalisco, Michoacán y Guanajuato, en ese orden.
También conforme a datos del Banco de México al estado de Hidalgo llegaron, durante 2020, mil veintitrés millones de dólares y, en el primer trimestre de 2021 doscientos cincuenta y tres punto cinco millones.
A este beneficio internacionalmente aceptado habrá que contraponer su costo humano y social en las regiones expulsoras de la mano de obra migrante transnacional. Sería una visión sesgada la que únicamente observa las ventajas sin señalar las pérdidas.
Sabidos son los riesgos y hasta la fatalidad que acompaña las migraciones cuando no se realizan con un tránsito legal, organizado y vigilado, esto es, con el acompañamiento gubernamental que les proporcione seguridad y certeza. Las expediciones personales, grupales o colectivas no siempre son exitosas, las historias de fracaso y tragedia están ahí como testimonio de las familias desmembradas y las vidas cegadas.
Historias dramáticas vividas en nuestro territorio, recordemos San Fernando, han marcado el paso de quienes buscan una oportunidad de vida; a las vicisitudes propias del fenómeno ahora se suman otras como las severas restricciones de ingreso a los territorios de paso, al extremo del hostigamiento y la represión violatorios de derechos humanos, la cooptación de los grupos de delincuencia organizada y, desde luego, el contagio de COVID-19.
A las anteriores añadamos en la frontera norte, los drásticos procedimientos que separaron irracionalmente a miles de niñas y niños viajeros con sus padres y madres en una marcha de sobrevivencia. Y en otro espacio de complejidad las tensiones tóxicas para las relaciones binacionales y continentales.
Nacional y regionalmente nos acercamos a definiciones sobre el problema. Van cuatro preguntas para iniciar la discusión: ¿Convine mantener el paradigma de las remesas con las conveniencias y desequilibrios que genera? ¿Es equitativo el impacto económico de la migración con la erosión social que provoca? ¿Quién define la estrategia para el país, los estados y los municipios? ¿La inscribimos en la agenda nacional o la seccionamos conforme a las particularidades?
La otra opción es estacionarnos en la rentabilidad.
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