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El factor educativo aunado a los conocimientos, habilidades y buenos hábitos que las personas adquieren durante toda su vida se han convertido en una fórmula clave para el desarrollo humano, la cual impacta directamente en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza de los países.
Es innegable que la educación se ha transformado en un elemento que representa un incremento en las oportunidades de empleo e ingresos, en un componente que estimula la innovación, pero sobre todo, a largo plazo se transforma en un aliado contra un mundo laboral cada vez más exigente e incierto; desafortunadamente, de acuerdo a la Organización sin fines de lucro Human Rights Watch menciona que hasta 2018 más de 264 millones de niños en el mundo se encontraban privados de educación escolar.
El problema no sólo radica en el idioma o la imposibilidad de acceder a espacios educativos, sino que la deserción escolar se coloca como un tema de preocupación, ya que a pesar del incremento en la creación de políticas públicas que brindan mayores facilidades a niños y adolescentes para asistir a la escuela; el abandono escolar en América Latina continúa siendo una de las principales causas del rezago escolar.
A pesar de los esfuerzos aún se enfrentan retos importantes en esta materia, ya que de acuerdo al Banco Mundial uno de cada tres jóvenes en América Latina y el Caribe no alcanza el nivel de secundaria; y para nuestro país los números son todavía complicados, ya que la tasa de escolarización en la segunda etapa de educación media superior que comprende de los 15 a los 19 años, México cuenta con una tasa del 61.1% de la población lo que nos coloca en el último lugar en ambos campos dentro del reporte: “Panorama de la educación, indicadores de la OCDE 2019”; perono todo es malo, ya que en el ciclo escolar 2016-2017 en cifras del Instituto Nacional para la evaluación de la Educación en México la educación primaria alcanzó una tasa neta de cobertura de 98.4%.
La deserción escolar es un problema multifactorial y debe ser analizado desde diversos ángulos; sin embargo, existen dos factores constantemente mencionados en las investigaciones sobre el tema: la falta de interés y la pobreza, además de estos, actualmente se debe agregar las condiciones derivadas de la pandemia originada por el virus SARS-CoV-2.
Tan solo en nuestro país, de acuerdo a datos presentados en marzo por el INEGI en la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación por motivos asociados al COVID-19 o bien por falta de dinero y/o recursos no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021, 5.2 millones de personas (9.6% del total 3 a 29 años), y las razones para no inscribirse fueron las siguientes: 26.6% consideró que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje; 25.3% señaló que alguno de sus padres o tutores se quedaron sin trabajo y 21.9% dijo carecer de computadora, otros dispositivo o conexión de internet.
Este escenario confirma uno de los puntos más alarmantes que se pronosticaron al inicio de la pandemia ya que el abandono escolar representa no sólo una oportunidad desaprovechada sino una injusticia que afecta a niños y adolescentes, pero también a la sociedad en general.
No olvidemos que los profesionales de mañana se están forjando hoy, por lo que Gobiernos, docentes, padres de familia y comunidades debemos hacer la tarea que nos corresponde para traducir el sueño de la educación en una realidad palpable, de lo contrario nuestras posibilidades de alcanzar el desarrollo integral serán menores.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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