MIGUEL PÉREZ

A cerrar las heridas

Salvo alguna sorpresa de última hora es probable que conforme avancen los cómputos de los resultados electorales hoy lunes se confirme el triunfo de Morena en la próxima legislatura de la Cámara de Diputados, así como en la mayoría de las gubernaturas que estuvieron en juego ayer domingo.

Tampoco sería sorpresa que en Querétaro, Nuevo León y quizá Baja California Sur, la oposición se haga del triunfo, y que se tenga que esperar un poco más de claridad en Chihuahua y Campeche, aunque en el resto de las entidades el color tinto seguirá dominando de acuerdo con el voto masivo al que se convocó días atrás.

Este voto masivo se podrá explicar más como un refrendo a las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador que como resultado del carisma o propuestas de gobierno de los candidatos postulados por el partido mayoritario.

Como en todo proceso democrático a nadie deberá sorprender tampoco que existan quejas, manotazos, acusaciones, y si todo corre dentro de los cauces legales, que se presenten denuncias de los inconformes ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, máximo órgano para dirimir las querellas. Es de esperar que una vez que los magistrados electorales resuelvan cada denuncia, el derrotado acepté el fallo, y el ganador asuma con humildad el cargo para el que fue electo.

Eso es lo ideal y lo que tendría que prevalecer a lo largo y ancho del país. Esa es la democracia, un sistema en el que hay ganadores y perdedores que se convierten en eso gracias al voto expresado por la mayoría en las urnas.

Aunque no haya aparecido en las boletas electorales, el mismo presidente aceptó frente a toda la nación que sí intervino en el proceso electoral, aunque fuera para denunciar que tal o cual candidato estaba cometiendo, desde su óptica, irregularidades que él no podía pasar por alto. Sin duda, habrá quien o quienes también bajo esa óptica impugnen el resultado.

Pero lo que nadie puede dejar de reconocer es la gran lección de civismo que dieron millones de mexicanos en la urnas. Que salvo contados incidentes, bien focalizados, la organización por parte de las autoridades electorales quedó de manifiesto que funciona y bien.

Lo cierto también es que a partir de hoy, México debe tomar otro derrotero. Se trata de que esta gran lección de civismo que dieron millones de mexicanos al salir a votar se vea traducido en una clase política que esté a la altura de la ciudadanía que los eligió. Obligados están gobernantes, diputados, senadores, alcaldes, todos quienes fueron electos a dejar atrás el discurso que divide, que encolera, que enfrenta y confronta a unos contra otros.

La apuesta debe ser ya por cerrar las heridas, borrar los agravios y olvidarse de venganzas que no llevan a ningún lado. México merece un mejor destino. Hay problemas mucho muy graves como para detenerse a descalificar al de enfrente. Lo mejor que le puede ocurrir al País es que se sume y no se reste. Que quien tiene el poder de tomar acciones, involucre a quienes no piensan igual para tratar de sacar una solución lo más consensada posible. Es momento de decir, ahora sí, al diablo con las divisiones.

Comentarios: miguel.perez@hidalgo.jornada.com.mx


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