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Elotes Reforma

Garlito

Dicen las crónicas: “Aquél jueves de enero, era frío y el viento en breves ráfagas, azotaba los rostros de los pachuqueños, pero más aún la sorpresa y miradas atónitas, cómo bajo golpes de pico, barretas y mazos, caía el vetusto y amado Teatro Bartolomé de Medina, ahí mismo junto al reloj en Plaza Independencia”… era el 21 de enero de 1943; años después otras crónicas comentan: “El espectacular vaivén del péndulo de acero de la picota y el retumbar de los muros del siempre odiado adefesio, era una venganza del crimen cometido al antiguo teatro”… finales de octubre de 1977.

Foto: SINAFO

Edificio

En las calles, vía pública, se va impregnando la vida cotidiana de una ciudad, se marcan épocas, generaciones, estilos, formas, modas y cambios de maneras de existir; el paso de los seres humanos, no lamentable en todos los casos, deja huella imborrable y sí en todos los casos, trastoca, transforma el entorno de sus pasos; las transformaciones de una población obedecerían a las necesidades humanas, pero no, sino a las de una modernidad mal entendida, ignorante, neófita, que por obtener un beneficio a grupos selectos, cometen errores, crímenes arquitectónicos e históricos que contribuirán a la sabiduría popular.

Foto: Especial

El edificio Reforma, mejor conocido como adefesio Reforma, es un fantasma que deambula por las viejas calles de la Historia de Pachuca, maldito para unos, insulto a la belleza, blasfemia a la arquitectura del Reloj, despojo de un predio comunal, alevoso negocio de empresarios chuecos, intereses y sometimiento político, imposición a los pachuqueños, con la insulsa idea de modernidad; ese edificio que tuvo una sala de cine, meollo del asunto, departamentos al estilo gringo, apartamentos se oiría mejor, oficinas, despachos y locales comerciales, un hospital, la escuela más importante de la época, secretarias taquimecanógrafas, bilingües y contadores Academia Comercial Roy; había un saloncito de fiestas, donde los domingos se organizaban tardeadas muy muy populares.

Tardeadas

En la puerta del Salón Reforma, a un lado de la puerta del cine del mismo nombre, se colocaba un puesto de elotes, no los elotes hasta entonces conocidos, sino la variedad que se convirtió en una tradición y costumbre, hoy podemos encontrar, diría en cualquier parte del mundo y probablemente sea pachuqueña; los elotes hervidos y tatemados, tradición prehispánica, eran exclusivos de ferias en todo el país, otros una vez más al estilo gringo, eran elotes hervidos con mantequilla, comunes en ciudades turísticas, probablemente el chile piquín y limón, siempre han estado presentes; los elotes del Reforma tenían varias variantes, como paleta eran ensartados en una madera para manipularlos, embadurnados con mayonesa o crema, hundidos en queso fresco rayado y espolvoreados con chile piquín; hoy cosa de todos los días, en las tardes de los años 50´s a 70´s, era una exclusividad pachuqueña; en otras latitudes, por aquellos años, los elotes como antojito mexicano, no se vendía así; nadie recuerda a la propietaria, el nombre o cualquier dato sobre este pequeño negocio, que instituyó una costumbre de Pachuca hoy muy apreciada en la gastronomía.

Al ser derruido el adefesio Reforma, se terminó de tajó con una etapa de Pachuca marcada por el oscurantismo político, al caer cayó una visión modernista destructiva y dominante, destruyeron un teatro histórico por una mole progresista de los años 40´s y marcó para bien o mal, muchas vidas de pachuqueños, aportó una tradición que hoy de tan común, no le damos importancia; aquellos elotes fueron el origen de los elotes actuales y de la gran cantidad de carritos que venden este antojito hidalguense, cuadro escenográfico citadino, si ya había elotes en algunas partes, los de aquí son el estilo que dominó a los demás.

La Historia no solo está en las grandes obras o pensamientos, en los seres que la generan, no en la gran arquitectura sino en las formas de vidas comunes y sencillas, la vida cotidiana y los humanos comunes, son quienes en su intento de existencia van escribiendo la Historia; elotes del Reforma, sin proponérselo, sin percatarse, mucho menos los clientes, que esa modificación culinaria transformaría un antojito en alimento y que sería un símbolo pachuqueño.

Foto: Carlos Sevilla

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