Simón Vargas

Estrés social, ¿detonante de agresiones?

“La mejor arma contra el estrés es nuestra habilidad para elegir un pensamiento sobre el otro.”

William James

Desde hace poco más de un año no solamente la crisis sanitaria, sino que además una ola de agresiones y violencia comenzó a hacerse cada vez más presente a lo largo del mundo y es que en los últimos meses hemos sido testigos de tiroteos, guerras, protestas que terminan con vidrios rotos, heridos e incluso represiones por parte de las autoridades que han dejado muertos; pero además el mundo virtual y las redes sociales se han convertido en espacios dónde el odio, la ira y el enojo se han extendido como un virus que contamina todo a su paso.

Muchos elementos deben considerarse cuando se evalúa el tema de la violencia, la situación familiar, la educación, la economía, pero sobre todo el contexto social, y, ¿podría justamente, el estrés acumulado convertirse en un factor que desencadene ambientes virtuales y presenciales cada vez más hostiles?

Claro que el confinamiento, la pérdida de empleo, el desplome de ventas, y la ausencia de contacto social pueden transformarse rápidamente en catalizadores que incrementen los momentos tensos dentro y fuera del hogar, incluso hablando en un tema social de acuerdo al documento: El estrés se acumula en las comunidades marginadas, generación tras generación, publicado por el laboratorio de ideas RAND Corporation la denominada carga alostática podrían ser una forma para descifrar lo que afecta a las comunidades, ya que el estrés puede almacenarse en la sociedad y el peso constante de la desesperación, la desinversión, la discriminación o la disparidad, entre otros muchos factores, provocan que cualquier nueva crisis se convierta en un posible punto de inflexión, que permita a la población exteriorizar toda la rabia contenida.

El término carga alostática hace referencia a la energía negativa que el cuerpo guarda después de intentar recuperarse de una serie de eventos estresantes y que por lo precipitado de los sucesos le es imposible hacer del todo, por lo que entre comillas se acostumbre a vivir con la sobrecarga. Desafortunadamente, este nuevo equilibrio produce que la capacidad para soportar tensión se reduzca, y que las situaciones que antes eran de bajo impacto provoquen una reacción mucho más intensa.

Por otro lado, la investigación denominada: El estrés: un análisis basado en el papel de los factores sociales publicada por la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal resalta que existen al menos tres formas principales de estresores sociales: 1) sucesos vitales, cambios agudos; 2) estrés de rol, demandas persistentes que determinan reestructuración; y 3) contrariedades cotidianas, mini-eventos que necesitan pequeños cambios diarios, los cuales pueden contribuir de forma independiente en la predicción de las perturbaciones de la salud asociadas al estrés.

Es así que la acumulación de experiencias negativas a lo largo del tiempo, (aunque no totalmente) sí se ha convertido en un catalizador que frente a situaciones donde se requiere evaluaciones cognitivas nuevas se opte por utilizar la agresividad y la violencia como válvulas de escape.

Esta tensión nos ha alcanzado a todos de una forma u otra, la paciencia y la empatía parecen cada vez valores más difíciles de alcanzar, situación que influye significativamente en la manera en la que convivimos. Hoy más que nunca debemos buscar entender este grave problema, pero sobre todo hacer uso de la resiliencia, esa capacidad para asumir con cierta flexibilidad situaciones límite y sobreponernos a ellas.

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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