Para papá, mamá, Paty, Ale, Oziel, Angélica, Carlos, Renato, Juan, Umberto.
No hay nada, nada que pueda detener el dolor de perder a una hermana. Sobre todo, cuando piensas que no hubo la atención suficiente para curar sus padecimientos. Cuando piensas “y si hubiera hecho”, “si hubiera dicho”, “si hubiera encontrado a la persona correcta para ayudarla”.
Mi hermana menor, del mismo tronco, distinta rama con una familia por ver, hij@s, niet@s. Nada que aún sosiegue mi cabeza para decir que la vida sigue. Nada es igual. Selene Beatriz, con la que los papás completan el número perfecto: 3. 3 hijas, 3 hermanas. Y seguiremos siendo 3.
Iba a pedir una disculpa por hablar en primera persona en esta entrega, pero no, no lo haré porque sé que, en estos tiempos aciagos, en cada casa hemos perdido a un familiar, o más de uno, a una amiga, un amigo, una persona cercana que viste de luto nuestro andar.
Así que nuevamente nombraré a Selene Beatriz como la mujer de 51 años que aun tenía mucho qué recorrer, calles por andar, besos qué repartir de amor y de familia, abrazos para apapachar; muchas películas por ver y muchas canciones por escuchar una y otra vez de su Sol admirado.
Como Bety, un gran número de mujeres se quedaron en espera de atención médica, de estudios a tiempo para especificar sus padecimientos y atenderlos cuanto antes. Así que me pregunto ¿Qué tan lejos estamos de un servicio médico que nos ayude a recibir los cuidados necesarios? ¿Qué hay que hacer cuando la sala de urgencias de un hospital está saturada porque en este tiempo hay una pandemia y no se puede atender a todas y todos los pacientes? Después ya fue tarde en un hospital especializado. ¡¿Qué hay qué hacer?! ¿Verdad que piensas que pudo ser otra la solución?
Lo cierto es que… aquí estamos, la familia, como muchas familias, no sólo de México, del mundo, que desde el año pasado estamos de luto, padeciendo una pandemia, y ya sea que perdieran la vida por el Covid19 o no, los corazones se achican, lloran. Se estrujan cuando ves a unos padres perder a su hija; a los hij@s perder a su madre; a los niet@s perder a la abuela y que todavía no entienden por qué no la verán más. A sus hermanas que insisten que son tres. No, no se entiende. ¡Y tampoco hay por qué entenderlo!
Bety, una mujer que como miles en este país luchó por tener un trabajo con salario digno, y la ironía, trabajaba en Ortopedia en un hospital de Puebla y requirió precisamente esa atención en el IMSS, servicio que le fue negado dos veces. La tercera que, aunque fue mejor, fue la vencida. La última.
Te extraño desde el primer momento en que supe que habías dado el último suspiro en esa cama de hospital que parecía sería una esperanza. Te fuiste en cuerpo pronto, pero seguirás aquí, en este corazón triste, y entre los nuestros, que nunca nos explicaremos cómo fue.
Hermanita, hoy te dedico estas palabras porque necesito decirlas, sí, en mi profesión que es comunicar, dar voz a quienes lo requieren. Te quiero.
Siempre estarás en nuestros corazones.
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