El pasado domingo dieron inicio en todo el país las campañas previas a los comicios del próximo 6 de junio. Dichas campañas cobran una gran relevancia al enmarcarse en el proceso electoral más grande -y uno de los más relevantes- de la historia del país, el cual definirá buena parte del rumbo que habrá de tomar la nación durante los próximos años.
Si bien es cierto que este proceso electoral adquiere un matiz eminentemente local considerando la renovación de15 gobiernos estatales, la atención pública a nivel nacional se ha centrado preponderantemente en la elección de los 500 legisladores que integrarán la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados. Lo anterior, debido a la relevancia específica de dicho órgano legislativo en el marco de las decisiones políticas y de gobierno que habrán de plantearse y discutirse durante lasegunda mitad del mandato del Ejecutivo Federal y el ambiente de confrontación que se ha generado a partir de la conformación de las dos coaliciones predominantes y la competencia entre éstas para obtener la mayoría de lascurules en juego. En tal escenario, resulta relevante hacer un ejercicio de reflexión respecto al rol que desempeña la reelección legislativa en el contexto de la renovación de la Cámara de Diputados.
A partir de la reforma política del 2014, el artículo 59 constitucional permite que los diputados federales y los senadores puedan ser electos hasta por cuatro y dos periodos consecutivos, respectivamente. La reelección legislativa encuentra su propósito original en fortalecer el vínculo entre los ciudadanos y sus representantes, al implicar un mecanismo permanente de evaluación y de rendición de cuentas, al tiempo de contribuir a la profesionalización de la labor legislativa en beneficio de un Congreso fuerte y autónomo.
Sin embargo, en el presente proceso electivo los mecanismos para la integración de las candidaturas de diputados federales no propiciaron la salvaguarda de dichos propósitos, máxime la definición discrecional de dichas candidaturas. En tales circunstancias, resulta evidente que nuestro modelo actual de reelección pasa por alto la voz del elector y no beneficia la profesionalización de la cultura parlamentaria, sino que atiende a una lógica de corto plazo en el marco de la articulación de dinámicas cupulares y la configuración de intereses meramente partidistas.
En ese sentido, será relevante que se revisen las reglas de integración de las candidaturas a la luz de la verificación de los propósitos que el propio legislador definió originalmente al introducir la posibilidad de reelección, a efecto de que en futuros comicios se garantice la salvaguarda de la voluntad popular mediante la priorización de mecanismos de decisión para que la ciudadanía esté en condiciones de respaldar, o en su caso castigar, a sus representantes en el Congreso. Lo anterior será fundamental para apuntalar una cultura parlamentaria que derive en el fortalecimiento y autonomía del Poder Legislativo, en beneficio de la consolidación democrática de nuestro país.
EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL
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