Me resisto a creer que las expresiones baratas de una persona merezcan tanta tinta vertida de las plumas más calificadas. Parecieran pronunciadas en una cátedra universitaria y no en la arena callejera, en el debate de un claustro académico y no en el fragor de la contienda política.
Comprendo que en democracia hay límites legales y éticos y cuando son rebasados debe señalarse la autoría, rebatirla públicamente y en las vías procedentes por quienes se duelan de la afectación.
Pero también considero que debe haber una lectura prudente para no magnificar lo irrelevante ni perder la trascendencia envuelta por la estridencia del momento.
Vale tomar en cuenta algunos elementos: uno, desde luego, el emisor del discurso, su personalidad y calidad pública, para no distraer la atención en la vulgaridad de las frases y omitir el sentido del mensaje que, solo por su literalidad es una provocación al enfrentamiento y la violencia.
Tampoco puede pasar de largo que habla un legislador de la república, antes diputado y actual senador con licencia, electo siempre por la vía democrática, situación que obliga otra lectura: su pretensión política tiene basamento electoral en una entidad federativa, está soportada con votos provenientes de peculiaridades locales, y si bien no puede compararse en trayectoria con la de su coterráneo Ignacio Manuel Altamirano, tampoco puede negarse la determinante del origen guerrerense.
Quizá eso sirva para entender la actitud retadora, aldeana, antes de caer en la pronta descalificación proveniente de una mirada que supone la homogeneidad de la clase política mexicana. No esperemos la retórica de un José Francisco Ruiz Massieu, ni tampoco soslayemos los miles de votos obtenidos en distintas contiendas que hoy hacen viable aspiración superior.
Motivo de preocupación es la precaria cultura de la legalidad exhibida por quienes protagonizan este tragicómico episodio. Evidentemente me aparto de lo contencioso electoral que lleva a interpretaciones de otra naturaleza. Solo diré que el hecho es consecuencia de ese torcido diseño constitucional que entregó a una institución federal las facultades para decidir asuntos exclusivos de las entidades federativas.
Ahí está el resultado: un conflicto regional llevado a los espacios nacionales; el diferendo por una elección local que amenaza contaminar otra federal por estar empatadas, un eventual candidato a gobernador que al ver amenazada esa pretensión embate a las instituciones que la resolverán. Otra señalada atrofia de nuestro federalismo. Nada positivo en el horizonte.
Ante tanto ruido preferiría otro debate en el escenario mexicano inmediato. Una discusión intensa y más profunda, como debe ser en democracia, sobre un asunto de trascendencia para la viabilidad de nuestro país, inscrito en el derecho a la educación de todas y todos los mexicanos, que no obstante parece tangencial: la revisión de los libros de texto gratuitos anunciada por un funcionario de la Secretaría de Educación Pública, confirmada por el presidente de la república con un argumento elemental que de suyo concita la discusión.
Sería un ejercicio altamente productivo para la vida nacional, escuchar las mismas voces que ahora se expresan en el ámbito político-electoral, en torno a esa inminente modificación de contenidos para la educación básica. No es propuesta para elaborarlos sino para discutir la pertinencia de ese proyecto educativo que se acerca a sus sesenta y dos años.
Empujemos la participación de los estados en ese proceso revisor de la cual hay experiencia. Insistamos en alimentar con opiniones calificadas, de todas las ideologías y experticia el futuro de la nueva generación editorial para que no quede amarrado a ismos, sino que sea una de las fortalezas del Estado.
Me pregunto qué hace más llamativo para el análisis y la opinión pública un lance de marcada temporalidad, frente a una determinación de enorme relevancia e impacto generacional. Por qué las vestiduras se desgarran más rápido ante el espectáculo pasajero y se muestran con timidez frente al impacto de largo alcance. Aquí comparto la reflexión con el deseo y la esperanza de que la ecuación se invierta por la salud de la nación.
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