Con la aparición del lenguaje, los homos sapiens dimos un gran salto evolutivo, poco a poco fuimos nombrando las cosas y luego dimos otro salto donde el pensamiento abstracto inventó un lenguaje ficticio mediante el cual logró ponerle nombre a lo que solo existía en su imaginación y así fuimos inventando mitos, reinos, dioses, religiones, monedas, etcétera. Ficciones que fueron construyendo culturas con su propia visión del mundo, misma que se transmitía a los suyos desde su nacimiento; así, los nuevos habitantes de la comunidad eran formados de acuerdo a sus principios, tradiciones, costumbres, que tomaban forma en el mundo material y con el tiempo terminaban por definir una forma de ser, de pensar, de desear, de actuar, de vivir. A lo anterior, hasta la fecha le llamamos cultura.
Pues este heredero de los grandes simios, pronto se observó sometiendo y gobernando a la naturaleza y rápidamente dio muestras que disfrutaba del poder no solo sobre la naturaleza y los otros seres vivos, sino también sobre sus iguales, de forma tal, que algunos se fueron imponiendo y en pocos milenios le dieron forma a una gran variedad de formas de explotación, discriminación, esclavitud. En el contacto con otras culturas, fueron normalizando lo que hoy llamamos el patriarcado y la jerarquía de género: los varones fueron tomando el poder y control de la mayoría de las decisiones dejando al margen las necesidades, deseos, inquietudes de las mujeres, justificándolo con la tesis de una supuesta inferioridad natural de la mujer frente al varón.
Hace solo unos cuantos siglos, con el llamado Renacimiento, nuevas formas de pensar se fueron propagando lentamente, algunos de sus frutos fueron la visión del humanismo y la revolución científica. El primero, presenta al ser humano como el centro de la existencia, libre, autodeterminado, único, capaz de darle sentido a su existencia y al universo entero, origen de toda autoridad ética, política y estética. La visión del humanismo liberal se fue profundizando y extendiendo, provocó guerras y revoluciones, imaginó un mundo donde la libertad, la igualdad y la fraternidad fueran tan naturales como respirar, el gran pero fue que casi todo ese discurso y construcción social, política y cultural, era aspiración y privilegio de los varones, las mujeres estaban al margen de tan nobles ideales.
En el siglo XVIII, mujeres europeas comenzaron a oponerse y rebelarse contra los valores del patriarcado, inconformes con una cultura que privilegiaba con grandes beneficios a los varones, comenzaron a exigir y reivindicar el derecho a la paridad de género, sobre todo en temas de derechos civiles. Así, en Inglaterra, nació el feminismo, creando el movimiento sufragista que terminó por conquistar su derecho al voto, iniciando la lucha por conquistar una gran cantidad de derechos que vinieron después.
Existen y han existido muchos feminismos, hijos de su contexto histórico, social y político, todos comprometidos en la lucha por los derechos de las mujeres; larga, difícil, amarga ha sido su lucha por desmontar las formas de opresión de un sistema patriarcal que se niega a morir del todo.
Desde los inicios del movimiento feminista, miles de mujeres intelectualmente brillantes fueron construyendo una narrativa teórica, filosófica, sociológica, psicológica, legal, que ha quedado plasmada en cientos de libros, investigaciones y en diversas manifestaciones del arte y la cultura. A modo de ejemplo podemos señalar el feminismo sufragista de Helen Taylor, el socialista de Flora Tristán, el feminismo de la diferencia de Luce Irigaray, el existencial de Beauvoir, el feminismo liberal de Betty Friedan, el feminismo radical de Kate Millet, el feminismo desde la teoría crítica, entre otras propuestas.
Simone de Beauvoir, en su libro “El segundo sexo”, argumenta que no se nace mujer, que se llega a serlo. Que no se es mujer por esencia o destino biológico, que “ser mujer es el fruto de una laboriosa y larga, tan larga como la historia, tarea de construcción cultural de algo que se nos presenta como intemporal y esencial: el eterno femenino, y que a las mujeres se les insufla a todas y a cada una, desde la infancia a través de la educación, formación, instituciones”.
Pues aquí estamos, en nuestro México, siglo XXI y las mujeres siguen luchando para que la equidad, la paridad, la igualdad se vivan en lo cotidiano y no solo en el marco legal. Continúan exigiendo lo que los varones les seguimos regateando: el respeto a su cuerpo y a la expresión libre de su sexualidad, a sus derechos laborales, su derecho a la educación, a una vida libre de violencia, a su subjetividad, a vivir sin miedo de ser asesinadas, a cerrar tantas brechas de genero que aún siguen abiertas, a su libertad,
El feminismo recorre el mundo, su fuerza es evidente, luchan por sus derechos y solidarias se unen y apoyan otros movimientos sociales, su tenacidad terminará enterrando una opresión que nunca tuvo razón de ser y en el proceso construirán un mundo más justo, más igualitario, más libre.
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