Violación sexual en Hidalgo: una historia frecuente que se guarda en el cajón

Alba apenas rebasa los 30 años y fue violada sexualmente en repetidas ocasiones, y de muy diversas maneras, por su abuelo. Pidió no revelar su identidad.

Los ataques ocurrieron cuando ella tenía entre 3 y 4 años, el agresor era quien sustituía la figura paterna de la víctima.

“No podía con el miedo”

Habló de los abusos cuando asistió a terapia psicológica 25 años después de las primeras agresiones.

 “Llegué con especialistas cuando atravesaba por un síndrome postraumático luego de que mi expareja me pegó y violó. Logré salir de la casa con el apoyo de amigos”,

dijo.

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“En esos días, los recuerdos regresaron y mi vida se volvió un caos, no podía con el miedo y la depresión fue severa”, relata la mujer que ya no llora, pero aún tiene en su mente vivos los recuerdos y el dolor.

Cuenta que, con un padre ausente, alcohólico y autoritario, el abuelo ocupó su lugar. Su madre se sentía confiada en que ella y sus hermanas estuvieran por algunas horas bajo el cuidado de los suegros.

“Mi mamá dice que nunca se dio cuenta de las constantes violaciones, pero no sé qué habría hecho si se hubiera enterado. Siempre sintió temor de que sus hijos vivieran sin la figura paterna”, señala, y su mirada se pierde.

Hidalgo, entre las seis entidades con mayor incidencia por violación sexual

De acuerdo con estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), al cierre de 2020 Hidalgo estaba entre las seis entidades con mayor número de carpetas de investigación por violación sexual.

No obstante, según la organización Servicios de Inclusión Integral y Derechos Humanos AC (Seiinac), las cifras negras podrían ir al doble de los casos denunciados.

El año pasado, cuando inició la pandemia, la entidad registró 704 denuncias por violación simple y equiparada. El promedio de violaciones sexuales es de 22.8 hidalguenses por cada 100 mil habitantes, cifra superior a la nacional, que es de 12.9.

Durante 2019 y 2020, delitos como abuso sexual, violación simple y equiparada sumaron 2 mil 818 carpetas de investigación levantadas ante el Ministerio Público. 

En el primer año citado, el registro fue de mil 408 denuncias; 705 por violación y 703 por abuso sexual.

Los números son similares en 2020 y sumaron mil 410 casos; 704 por violación y 706 por abuso sexual. Lo que demuestra que con o sin confinamiento la incidencia del delito es similar.

A nivel nacional las cifras refieren que en el abuso sexual infantil, por cada 100 mil casos que ocurren, únicamente 100 son denunciados, pero 10 van a juicio y solo un expediente llegará a condena.

Los números son parte del exhorto que emitió la senadora Nuvia Mayorga Delgado, quien urgió a que el Sistema Integral para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (Sippina) reportara las acciones que instrumentaron, luego de que hay un registro de 115 mil llamadas de auxilio al 911 (a nivel nacional) que reportaban abusos de distintos tipos contra infantes en el país.

Rafael Castelán Martínez/Foto: Miriam Avilés

Rafael Castelán Martínez, integrante del consejo directivo de la Red por los Derechos de la Infancia (Reddim), expresó que “si estadísticamente en México de cada diez casos que se denuncian de violación, uno es el que llega a sentencia (condenatoria), entonces el mensaje que se envía de las autoridades a la población es que eso se permite”.

De enero 2019 a febrero de 2021 suman 2 mil 28 delitos de tipo sexual

De acuerdo con datos proporcionados por la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños, Adolescentes y la Familia, en 2019 se iniciaron mil 065 investigaciones por agresiones sexuales contra menores de 18 años, pero en 2020 la cifra bajó a 846 expedientes. Y en lo que va de 2021 suman 117 casos.

Para Laura Karina Ramírez, titular de esta Procuraduría, que se encuentra dentro del Sistema Integral para el Desarrollo de la Familia (DIF) Hidalgo, las cifras disminuyeron, pero una interpretación es que la población infantil y adolescente no acudió a las aulas desde marzo de 2020, y es en estos espacios es donde con frecuencia niñas y niños encuentran redes de apoyo para expresar lo que les acontece.

Entre los delitos sexuales más recurrentes contra este tipo de víctimas se encuentran la violación (que considera la penetración), seguido del abuso sexual (cuando se trata de tocamientos sin llegar a la cópula), el estupro (en donde el adulto utiliza el engaño) y el aprovechamiento sexual, que puede ir desde fotografías, videos y diversos materiales de tipo sexual.

Sin embargo, como lo refiere la Procuradora, la denuncia de estos delitos es baja por pena o vergüenza de la víctima, por miedo a represalias o por estigmatización social.

Agregó que paulatinamente se abren brechas del conocimiento, pues hay que dejar claro que las víctimas no son las culpables, sino la persona que comete el delito, que generalmente son adultos.

Ya hay más conocimiento del problema: activista 

Rafael Castelán, señaló que en Hidalgo se registran cifras altas en abusos a menores de edad porque hay más conocimiento del fenómeno.

Indicó que los padres se atreven a iniciar una denuncia actualmente, pero también hay quienes naturalizan este tipo de ataques desde la familia. 

Explicó que con frecuencia llega a ser un secreto que se mantiene entre parientes, y lo más grave es que implica a menores de edad que ven afectado su desarrollo emocional.

Aunque reconoció que ya hay mayores herramientas para que los niños se informen sobre lo que es un abuso sexual por la instrucción educativa, la naturalización del fenómeno genera que aún persista.

 “Para algunas mujeres es natural, le va a suceder a ella a otra… y se piensa que así es la vida”

señaló.

Originaria Del Valle del Mezquital, Alba fue una niña que se caracterizó por su gusto por la escuela para olvidar un poco su contexto familiar; cuenta que la violencia, humillaciones e incluso los abusos sexuales eran normales, desde sus primeros años de vida.

Pero sabía que no se podía hablar de esto en público, incluso dentro de la familia había códigos que referían que no era la única abusada en esa casa.

“Sabía que había secretos que tenían que mantenerse a salvo. Después de que mi pareja me violara todavía me tomó dos años acudir a pedir ayuda profesional, fue hasta que entendí que no era culpable, que no traicionaba a nadie, por el contrario, tenía que sanar todo ese dolor acumulado”,

describe.

Con años de experiencia como procuradora, Laura Karina, explica que, si para un adulto le es complejo hablar de una violación por el impacto que tiene en su vida, para los infantes y adolescentes lleva mayor complejidad, pero aun así “se tiene que hablar, se tienen que denunciar, de ninguna manera se pueden tolerar, aunque sea el papá, familiares”.

Cuando es el abuelo, ocurre que la hija no quiere denunciar al papá en agravio de sus hijos. Y si es el padrastro, la pareja no quiere presentar la denuncia porque no quiere que se le finquen responsabilidades.

De ser el caso, explica que la Procuraduría de Protección a Niñas, Niños, Adolescentes y la Familia está facultada para ser justamente la representación del niño o la niña, sea quien sea el agresor.

“Es un delito y de ser necesario la autoridad dicta medidas urgentes y especiales para salvaguardar la seguridad”,

comentó.

Es complejo aceptar que se vive con violencia

Margarita Cabrera Román, directora general del Centro de Justicia de la Mujer en Pachuca, explica en entrevista que para algunas personas aceptar que viven en un contexto de violencia es complejo, pero cuando asisten a la institución a pedir apoyo, desde el primer momento se les entrevista e informa del resultado.

Indicó que en el Centro de Justicia de la Mujer en primer lugar se detecta la violencia psicológica, seguida de la física y la económica; mientras que la violencia de tipo sexual se ubica en el cuarto lugar. La atención que se da es solo para mujeres mayores de edad.

Margarita Cabrera Román/Foto: Miriam Avilés

“Desde la entrevista inicial que las psicólogas realizan, les hacen saber del tipo de violencia que vive y la modalidad,porque es importante que si esta mujer por cualquier situación estructural, por falta de recursos económicos, no regresa, ella se va con la mayor información posible”,

explica.

Además, la servidora pública refiere que “de seis mujeres que deciden ingresar a los servicios del Centro, al menos la mitad decide presentar una denuncia formal”.

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La lucha contra la normalización de la violencia 

Alba, relata que le llevó dos años ingresar a una institución para recibir un tratamiento adecuado, pues antes recurrió a la religión y al trabajo excesivo.

“Cómo entender que mi niñez había estado rodeada de personas abusadoras y que en la edad adulta repetí la vivencia de quien creía que era persona de confianza”,

cuestiona.

Aunque también destacó que con el seguimiento de dos psicólogos, un psiquiatra y una médica superó en casi tres años gran parte de la problemática emocional, que databa de prácticamente toda la vida.

“Invertí tiempo, dinero y esfuerzo, pero tuve una nueva oportunidad de vivir de una manera distinta”,

aseguró.

Para Rafael Castelán, quien también preside la organización Servicios de Inclusión Integral y Derechos Humanos (Seiinac), la naturalización de la violencia llevó a que por años, incluso a los agresores aun estando acusados, se les otorgara el perdón.

“Presentar una denuncia es complicado, más cuando se trata de niñas, niños o adolescentes, y aunque hay protocolos, lo cierto es que hay prácticas dentro del sistema judicial que siguen revictimizando”,

dijo.

A pesar del sufrimiento que vivió Alba, ella nunca denunció las agresiones sexuales, pues su abuelo ya estaba muerto y tampoco consideró que la justicia le permitiría llevar a su expareja ante los tribunales.

“Sabía que había secretos que tenían que mantenerse a salvo. Después de que mi pareja me violara todavía me tomó dos años acudir a pedir ayuda profesional, fue hasta que entendí que no era culpable, que no traicionaba a nadie, por el contrario, tenía que sanar todo ese dolor acumulado”

afirmó Alba.

Antes de finalizar, Castelán Martínez llamó a que los padres pongan atención en el comportamiento de los niños y niñas, pues con frecuencia no les llegan a creer que viven violencia por parte de familiares.

¿Qué es el abuso sexual, una violación simple y la equiparada? 

El Código Penal de Hidalgo establece:

Los delitos de violación y abuso sexual se persiguen de oficio (no es necesario que haya denuncia); mientras que la violencia familiar, que no conlleva agravantes, se persigue por querella (solo se pueden perseguir si la persona afectadasolicita al Ministerio Público que lo haga).

Violación. Cuando por medio de la violencia física o moral realice penetración o cópula en la persona.  Condena: prisión de 7 a 20 años y multa de 70 a 200 veces UMAS.

Abuso sexual. No llega a la cópula, pero se realizan o ejecutan actos de naturaleza sexual, incluso con imágenes, se obligue a observarlos. Prisión de 2 a 4 años y multa de 50 a 100 días. Cuando la víctima es menor de edad la pena es de 5 a 9 años de prisión (Art. 183).

Estupro: El que tenga cópula con una persona mayor de 15 años y menor de 18, obteniendo su consentimiento por medio de la seducción o engaño, se le aplicará de 3 a 8 años de prisión y multa de 50 a 150 días.

Aprovechamiento sexual. El que tenga cópula con una persona mayor de 15 años y menor de 18, obteniendo su consentimiento por medio de la seducción o engaño. Condena de 3 a 8 años de prisión y multa de 50 a 150 días (Art. 188).

 


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