Treinta empresas hidalguenses levantaron la mano para participar en la construcción del tren Pachuca–AIFA–Ciudad de México, uno de los proyectos más relevantes para la región en los próximos años. El anuncio llegó con entusiasmo empresarial y expectativas de inversión. Pero junto con las oportunidades también asoma un recordatorio que nadie debería ignorar: el historial en México del consorcio chino CRRC Zhuzhou Locomotive y sus filiales, un historial que en 2024 dejó huellas profundas entre proveedores nacionales.
La referencia más clara es la remodelación de la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México, donde empresas subcontratadas denunciaron fraude, fianzas falsas, solicitudes de sobornos, bloqueos técnicos, impagos y amenazas directas. Ninguna de estas acusaciones proviene de rumores.
Las hizo públicamente Ramón Martínez, director de Grupo ISI, la firma contratada para el proyecto del Taller de Zaragoza, quien sostuvo ante documentos, contratos y denuncias formales que la obra estaba totalmente detenida y sin un solo avance real.
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Martínez señaló que CRRC y CRCC “carecen de control sobre la corrupción interna en México”, y detalló un esquema donde directivos le exigieron un soborno de 160 millones de pesos para permitirle continuar con los trabajos. Al negarse, comenzaron a bloquear pagos, accesos y validaciones técnicas.
También denunció que lo obligaron a firmar fianzas que resultaron ser apócrifas, tramitadas mediante un broker vinculado a personal de la propia empresa china. Dichas fianzas no solo lo dejaron sin liquidez: lo llevaron a despedir personal, incumplir con proveedores y perder credibilidad ante aseguradoras mexicanas.
Las irregularidades no se quedaron allí. Señaló amenazas directas por parte de un alto directivo del consorcio, así como presiones desde China para que no hablara con autoridades mexicanas ni presentara acciones legales. Aun así, formalizó denuncias por fraude ante la Fiscalía capitalina. Según su testimonio, otros proveedores mexicanos enfrentaron impagos, retrasos, fianzas irregulares y ruptura de contratos. No fue un caso aislado.
Este historial no es opinión ni especulación: es parte de un expediente público que ya golpeó a empresas nacionales, especialmente a pequeñas y medianas que carecen de respaldo financiero para sobrevivir meses sin pago.
Por eso vale la advertencia, sobre todo ahora que Hidalgo quiere participar de un proyecto ferroviario de gran escala. No se trata de cerrarle la puerta a la inversión extranjera ni de sembrar miedo entre quienes buscan oportunidades legítimas.
Se trata de reconocer que, en México, ya existen antecedentes documentados sobre cómo opera este consorcio cuando decide moverse sin control, sin verificación y sin consecuencias.
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El entusiasmo empresarial es entendible. El riesgo, también. Por eso, antes de firmar, competir o asociarse en el proyecto del tren Pachuca–Ciudad de México, los empresarios hidalguenses merecen tener claridad: la participación de CRRC o de cualquiera de sus filiales debe venir acompañada de garantías reales, fianzas verificables y supervisión independiente. Lo contrario sería repetir una historia cuyos resultados ya conocemos.
Los trenes avanzan cuando hay rieles firmes. Y en este caso, la advertencia es simple: antes de apostar el patrimonio, revisen bien quién los invita a subir.
mho

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