Enrique Rivas columna Vozquetinta

De generación en generación

Mi generación fue iletrada. No tuvo letra, como hoy la tiene la generación Z. Si ahora hubiera que enjaretarle alguna, yo la llamaría generación S; o quizá, mejor, generación SS, porque corrió de la segunda mitad de los años sesenta a la primera mitad de los setenta, empezando en 1964 con el arranque del boom del rock pop y culminando en 1975 con la invasión de la anodina y sonsoneteada música disco. Llamémosla, pues, la generación «sestentera».

No repetiré aquí todo cuanto se ha escrito de ella (y miren ustedes que bastante tinta se ha gastado al respecto). Lo que me interesa es llamar la atención acerca del generalizado vicio de estancar, de encajonar dentro de un cierto bloque de años todos aquellos sucesos e ideologías comunes a una generación y encerrar en él a sus autores o a quienes los vivieron. ¿Qué tanto es válido hacerlo? Tal vez, desde el punto de vista metodológico, como estrategia clasificatoria y de análisis. Lo dudo, sin embargo, por los riesgos de caer en la simplificación, en lo acartonado, y porque no a todas las personas de ese corto o largo momento histórico les quedaría el susodicho corsé.

Puedes leer: Del renacentismo como vocación

Me pregunto incluso si ya puede hablarse de una tal generación Z. No la tengo clara, no entiendo de manera íntegra su posición ante la vida. Parece innovadora, pero diluida en actitudes oscilantes. Siento que su bandera libertaria (en parte muy similar a la de mi época) se diluye a falta de tácticas más eficaces frente a la violencia institucionalizada. Le hace falta, según yo, creatividad, imaginación, ingenio. Acaso es cuestión de tiempo, si concedemos que apenas comienza su maduración como movimiento social y político.

La mayor riqueza que posee es su misma juventud emergente, pero ha de entender muy bien el compromiso que tal virtud implica. Además de actuar, necesita reflexionar acerca de lo actuado, sin esperar a que el Poder reflexione por ella o le imponga cómo debe ejercitar la reflexión. Buscar otras reglas de razonamiento, de expresividad. Un nuevo lenguaje, una retórica distinta, un enfoque inusitado, que para ello puede tomar de pretexto (no digo que de modelo) lo sucedido en lingüística hace seis décadas, cuando nos tachábamos de realistas por pedir lo imposible con neologismos onderos.

No hay parámetros rígidos e inamovibles para definir a una generación, lleve la letra que lleve, y si es que por fuerza aceptamos que existe alguna diferente a la anterior. Se dará o no se dará gracias a las fuerzas que la reprimen o la alimentan. Y sobre todo, será su propia dinámica contestataria la que finalmente la identifique como generación o la mande al baúl de los proyectos fallidos, porque entonces hablaríamos, igual que antaño hicimos los de la onda SS, de una profunda brecha generacional.

Sigue nuestro CANAL ¡La Jornada Hidalgo está en WhatsApp! Únete y recibe la información más relevante del día en tu dispositivo móvil.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *