El artista Santiago Robles presenta en el Centro Cultural Universitario La Garza de Pachuca, la exposición Amoxcalli: cultivando memoria, una muestra que reúne 80 obras en las que el creador propone una arqueología visual de los desplazamientos territoriales, históricos y simbólicos que han marcado la historia del territorio mexicano.
La exposición, que forma parte de la 38 Feria Universitaria del Libro (FUL), puede visitarse hasta el 28 de noviembre en Mariano Abasolo 600, en el Centro de Pachuca, Hidalgo.
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Memoria, tierra y tiempo circular
“Amoxcalli —palabra náhuatl que significa “casa del libro”— es un espacio donde las imágenes dialogan como si fueran códices antiguos. En este recorrido visual, el espectador es invitado a leer símbolos, rastros y huellas que cuentan historias del pasado y del presente, con una mirada crítica hacia los procesos de colonización, desplazamiento y transformación del paisaje”.
El artista propone una reflexión sobre la migración forzada, los paisajes heridos por el progreso y los vínculos económicos con América del Norte, contraponiéndolos con la idea de un tiempo circular, agrícola y vital.
“El maíz ocupa un lugar central en la muestra: es alimento, herencia cultural y símbolo de dignidad”, señala Robles.
“Cada grano es también un cuerpo que guarda memoria, una semilla que recuerda que la tierra no se posee, se hereda”.
Frente a la economía que convierte todo en mercancía, el maíz se vuelve un acto de resistencia y reivindicación.
“Las piezas, de mediano y gran formato, fueron elaboradas con diversas técnicas como litografía, grabado, risografía, óleo, tintas y grafito, además de tintes naturales obtenidos de grana cochinilla, azul añil, pericón, huizache, papeles artesanales y maíces criollos. Cada material, explica el artista, lleva consigo una memoria inscrita en la tierra”, responde.
En sus composiciones conviven personajes históricos, flora y fauna mexicana, paisajes periféricos y signos contemporáneos, configurando un tejido simbólico donde lo ancestral y lo moderno se entrelazan.
“Cada obra está acompañada de un texto bibliográfico que sustenta su origen visual. En Tlapaltin, por ejemplo —palabra náhuatl que dio origen a “tlapalería” dedico la pieza a la dramaturga Mariana Gándara (1984–2025)”.
En Tlacuatzin, el artista retoma un mito tlapaneco recopilado por Alfredo López Austin, sobre el tlacuache que robó el fuego a los jaguares para entregárselo a los hombres. Mientras que De la muerte florece la vida está inspirada en el texto Cujtlacochi. El huitlacoche, de Graciela Gómez, Raúl Valadéz y Ángel Moreno, que asocia el hongo del maíz con la fuerza del rayo y el dios maya Chak.
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Una exposición-libro Así, Amoxcalli: cultivando memoria se convierte en una biblioteca visual, una “casa de libros” hecha de imágenes, donde cada pieza guarda y comparte relatos que invitan a detenerse, mirar y reflexionar.
Santiago Robles, con su estilo simbólico y su atención al detalle material, convoca al público a reencontrarse con la memoria del territorio y con las historias que aún germinan en la tierra mexicana.
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