Su conexión con la medicina tradicional viene de generaciones atrás
A los 52 años, María del Carmen García Sánchez decidió no quedarse quieta. Con sus tres hijos ya graduados de la universidad, esta mujer originaria de la localidad Ignacio Zaragoza, en el municipio de Tula de Allende, comenzó un camino que cambiaría su vida y la de decenas de personas más: estudiar medicina tradicional, herbolaria y terapias holísticas.
Hoy, con 62 años de edad, Carmen es reconocida como curandera en su comunidad. Desde hace siete años tiene un pequeño centro de sanación en la colonia El Salitre, a un costado de Soriana en Tula, donde atiende a personas que buscan alivio espiritual, emocional o físico. “Yo hago esto con mucho amor y me siento feliz. Siempre les digo a mis guías que nunca les voy a fallar y que voy a seguir dando este servicio hasta que ellos me lo permitan”, cuenta.
Aunque su formación comenzó formalmente hace una década, su conexión con la medicina tradicional viene de generaciones atrás. “Mi abuela tenía un centro de sanación espiritual, yo recordé eso años después. Le llegaba mucha gente y yo sentí ese llamado cuando comencé a estudiar. Fue como una semilla que estaba ahí dormida”, relata.
Empezó tomando talleres de herbolaria básica y avanzada, aceites esenciales y biomagnetismo, aprendiendo también prácticas como limpias con huevo y plantas. Sin embargo, más allá de los conocimientos técnicos, su aprendizaje más profundo ha sido espiritual. “Mis ancestros me dan la fuerza para sanar emociones, activar células, incluso tratar adicciones y enfermedades como el cáncer o problemas hepáticos”, asegura.

En su práctica, Carmen utiliza plantas como el romero, la hierbabuena, el orégano y el perejil, que combina de acuerdo con la dolencia y bajo una guía espiritual. “Yo no decido qué darles. Me conecto con mis guías, ellos me dicen qué planta, cuántos días, y si es necesario usar péndulo, también lo uso”, explica.

Uno de los momentos más intensos que ha vivido en su camino como sanadora fue un caso de exorcismo. Durante un retiro en la playa con sus alumnas, uno de los asistentes mostró señales de una posesión espiritual. “Decía que escuchaba voces que le pedían que me hiciera daño. Yo me mantuve firme, oré y trabajé con la energía del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Me pidió el alma de un muchacho llamado Kike, pero yo le dije que no. Fue algo muy fuerte”, recuerda.
Pese a que cobra por sus servicios con tarifas que pueden variar entre 300 y 700 pesos dependiendo del caso, e incluso a veces sin cobrar nada, ella deja que sus guías le indiquen cuánto pedir. “A veces no cobro porque sé que la economía no está bien. Yo rento el espacio, pero le pido a mis guías que ellos cobren lo justo. La gente suele darme lo que puede porque se sienten bien”, comenta.
Además de la herbolaria y la sanación energética, ofrece terapias holísticas para tratar afecciones físicas como la parálisis facial. Afirma que ha tenido resultados efectivos y que incluso hay personas que han mejorado después de acudir con ella tras largos procesos médicos sin éxito.
Aunque lamenta que la medicina tradicional se haya rezagado con el paso del tiempo, cree que está en un momento de renacer. “La gente está volviendo a confiar en las plantas, en lo ancestral. Muchos medicamentos modernos vienen de ahí. Sólo falta que volvamos a creer”, afirma.
Sobre sus hijos, dice que, aunque no se dedican a la medicina tradicional, todos tienen un don especial. “Cada uno tiene su camino. Yo sé que, si algún día deciden seguir esto, será cuando estén listos espiritualmente”, asegura con serenidad.
Con voz tranquila pero decidida, María del Carmen afirma que continuará sanando mientras sus fuerzas y sus guías se lo permitan. “Este don es para compartirlo. Sanar el cuerpo está bien, pero sanar el alma, eso es lo más importante.”
Cree que la medicina tradicional está en un momento de renacer

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