DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Demasiados columnistas y muy pocas ideas

Quisiera que fuera diferente, pero a la luz de lo visto, en los medios de comunicación (tradicionales y digitales) existen demasiados columnistas y muy pocas ideas. La realidad es que experimentamos una sobreabundancia de artículos de opinión que saturan el espacio editorial, dificultando la distinción entre la información y el análisis. Esto genera, inevitablemente, que la calidad de los contenidos se diluya, especialmente porque no existe una especialización clara en los temas que se tratan.

Durante años, los columnistas orientaron, dirigieron y formaron la opinión pública del país, tuvieron influencia en los pasillos del poder, fueron considerados la aristocracia intelectual de los periodistas, por ser, además de diaristas formados en las redacciones, hombres y mujeres que se habían construido en la experiencia profesional y personal; pero que además leían, tenían una preocupación por su comunidad y un compromiso con el peso profundo de las palabras.

Para lograr tener la posibilidad de poseer una columna (espacio determinado de una de las ocho líneas parte de la caja de texto en la formación de un periódico estándar); era necesario tener oficio, dominar la síntesis de las ideas, poder tener la facilidad de comunicar un suceso noticioso en un número reducido de palabras. Era necesario aprender a comunicar, investigando y corroborando los hechos, con fundamento, con ética y con responsabilidad. Era necesario, ser consciente que lo que se escribe se sostiene en el mundo de las ideas y en el mundo real.

Ahora, pareciera que la inmediatez ha hecho que la importancia no esté en informar ni en generar puntos de reflexión sobre los sucesos, sino en reproducir comentarios, opiniones tendenciosas, dichos no verificados, rumores, y, porque no decirlo, mentiras que golpean, provocan clicks fáciles y tendencias en redes. Lo importante en la infodemia es el morbo, no el hecho. 

Coincido con el periodista argentino Daniel Salmoral cuando apunta que: “las redacciones y los micrófonos han sido ganados por manadas de semianalfabetos, verdaderos ágrafos y personajes que pareciera que piensan que utilizar un vocabulario soez les otorga soporte y hasta “importancia”. Los ciudadanos han perdido la costumbre de escuchar o leer opiniones fundamentadas; todo se reduce a lo chabacano y mientras más vulgar, más exitoso resulta”.

Sobra el imperio del trascendido. Sobran los “periodistas” con “carreras” de aire, personajes que su única experiencia fue pasar el corrector ortográfico del procesador de textos en notas de diletantes durante 15 años, sin rigor léxico ni formación académica, literaria, periodística o científica.

Sobran “Periodistas” dados de baja de redacciones locales por ineficientes, quienes entronados en su “columna” de redes sociales, desde el rencor y el odio de su propia frustración personal intentan pegar con la mano izquierda para poder cobrar y comer con la mano derecha.

Vuelvo al pensamiento de Salmoral cuando dice que: “el periodismo debe ser una profesión dedicada a la búsqueda de la verdad, un oficio que combine rigor intelectual y compromiso ético…en un mundo saturado de datos vacíos, la calidad del pensamiento es lo único que puede salvar al periodismo de su decadencia”.


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