DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Más lucha que danza

Marco Aurelio decía que “El arte de vivir se asemeja más a la lucha que a la danza”, creo que poco nos adentramos en el hecho que desde que nacemos estamos sobreviviendo, primero en la lucha de respirar para no morir, después en aprender a comer para vivir y después en aprender a convivir para vivir.

En un texto del portal Psicología y Mente, Rafael Vidal escribe: “Pretender que vamos a pasar por la vida como si fuera el jardín del Edén es engañarse, vamos a recibir golpes y más nos vale saber encajarlos. Por muy bueno que sea un peleador recibirá algún golpe, la cuestión es cómo aprende a encajarlos para seguir luchando. Por muy buena, feliz y maravillosa que sea nuestra vida, los golpes vendrán, es solo cuestión de tiempo. Desamor, seres queridos que nos dejan, exámenes suspendidos, despidos y bancarrota, son solo algunas de las eventualidades que deberemos afrontar en algún momento. Son golpes, algunos más duros, de los que cuesta levantarse, algunos nos harán cuestionarnos si seguir creyendo en nosotros mismos.

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Saber encajar bien un golpe puede ayudarnos a preparar un contragolpe, a cambiar el ángulo o a despertar nuestro espíritu combativo. Las cosas pasarán, y a veces nos tumbarán, está en nuestras manos decidir qué hacemos con ello. ¿Hay otra opción más que seguir luchando? Los golpes forman parte de nuestro proceso, en mayor o menor medida, pero no deben detenernos, porque ese es el camino”.

La lucha cotidiana es la fuerza vital que impulsa la existencia, la cual busca transformarse y superar los obstáculos; la vida se concibe activamente, en constante devenir. En un ejemplo multicitado se encuentra la apreciación de la lucha cotidiana en el pensamiento de Nietzsche, la cual se refiere a la confrontación del individuo contra la “moral de rebaño”, la complacencia y la opinión pública, buscando forjar una identidad ética autónoma y afirmar la vida en su devenir constante. Esta lucha implica el “amor fati”, la aceptación del sufrimiento y la necesidad de una “reevaluación de todos los valores” para superar la decadencia y alcanzar una existencia verdaderamente libre y propia.

En una entrevista a Michael Onfray, éste decía que “devolver la filosofía a la calle no es hacer la calle”; y que esto tenía como “consecuencia que estamos desorientados, que ya no sabemos que vivimos en el cosmos y no en los libros que explican el cosmos. Hoy accede mejor a la sabiduría un iletrado que la busca que un letrado perdido en sus manuscritos. Uno no es filósofo porque explique a un filósofo. Esa es una manía de los profesores de filosofía. Filosofar es pensar tu vida y vivir tu pensamiento”.

Para Onfray “La atención del hombre debe estar volcada sobre la vida cotidiana; más aún: debe centrarse en revolucionar estéticamente la existencia diaria para vivir intensamente ya, aquí, no mañana ni en algún mundo soñado que aguarda a la vuelta de la esquina”. En este sentido, si desde que nacimos estamos luchando por sobrevivir, porque a la postre del tiempo tendría que ser distinto, la vida está sucediéndose ahora, y hay que vivirla, no sufrirla.


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