Rogar Bartra escribió alguna vez que “en una carta a Rabindranath Tagore, Albert Einstein hizo una afirmación que ha sido citada con frecuencia por los deterministas. Dijo que si la Luna fuese dotada de autoconciencia estaría perfectamente convencida de que su camino alrededor de la Tierra es fruto de una decisión libre. Y añadió que un ser superior dotado de una inteligencia perfecta se reiría de la ilusión de los hombres que creen que actúan de acuerdo a su libre albedrío. Aunque los humanos se resisten a ser vistos como un objeto impotente sumergido en las leyes universales de la causalidad, en realidad su cerebro funciona de la misma forma en que lo hace la naturaleza inorgánica”.
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Esto me hace pensar en lo que plantea Byung-Chul Han en sus obras, donde no se aborda la causalidad en términos tradicionales de causa y efecto, sino que se analiza desde una perspectiva crítica de las sociedades contemporáneas, especialmente en relación con el capitalismo y la digitalización.
Para Han, la causalidad lineal, donde una causa produce un efecto directo, se ve reemplazada por una red compleja de interacciones, donde la libertad aparente del individuo en la sociedad del rendimiento genera nuevas formas de coacción y autoexplotación. Es decir, la concepción tradicional de la causalidad lineal se diluye en una red compleja donde la libertad aparente genera nuevas formas de coacción. En lugar de buscar una causa y un efecto, las estructuras sociales y las dinámicas contemporáneas moldean al individuo y sus relaciones con el mundo, generando nuevas formas de poder y opresión.
Pongamos por ejemplo la evanescencia de la felicidad emanada de la interacción en las redes sociales, ahí, generamos cada día la positividad de la felicidad que promete la tecnología digital la cual ha desbancado a la negatividad del dolor de pensar en los problemas profundos de la cotidianidad.
La hipercomunicación en la que estamos instalados por causa de la seducción digital conduce a la desaparición de los ritos y, con ellos, al deterioro de la comunidad y la desorientación del individuo porque los ritos “generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad” En definitiva, el medio digital es un medio que nos re-programa. No captamos por entero el cambio, pero “por debajo de nuestra decisión consciente, [el medio digital] cambia decisivamente toda nuestra conducta, nuestra percepción, nuestra sensación, nuestro pensamiento, nuestra convivencia” afirma Han.
En la contradicción de nuestra realidad, mientras lo digital lo vuelve todo transparente, la sociedad digital convierte todo en dato, y las bases de datos se privilegian su secrecía para ser utilizadas como armas de productividad en favor del consumismo salvaje.
Para Bellever Capella y Romero-Wenz, “la coacción del medio digital despersonaliza y somete al hombre al flujo de los datos. En la medida en que se inserta en él, el mercado, la política y la sociedad en su conjunto alumbran nuevos paradigmas regidos por la hipercomunicación y la hiperproductividad, en los que prácticamente desaparecen los conceptos de espacio y tiempo, para que la eficiencia ocupe todo su lugar”. Ante esta realidad, tendríamos que cuestionarnos como especie: ¿Qué tanto tendríamos que permanecer en lo digital cuando hemos vivido desde siempre en lo real?

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