Jorge Romero El Faro

Una historia que se repite cada verano

Construida en una cuenca montañosa, desde su origen Pachuca ha tenido una relación tormentosa con el agua: indispensable para la vida, pero también portadora de desastres.

Historiadores locales cuentan que, desde el siglo XVIII, cuando Pachuca comenzaba a consolidarse como centro minero de relevancia nacional, los ríos comenzaron a representar una amenaza para su crecimiento. Fue entonces que empezaron a construirse obras para controlar el afluente de los ríos que escurrían desde la sierra que rodea a la hoy capital hidalguense.

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Así se construyeron las presas de La Estanzuela y El Jaramillo, destinadas a almacenar agua tanto para uso industrial como para regular los escurrimientos. Las obras también tuvieron una lógica económica debido a que las haciendas de beneficio requerían agua en grandes cantidades para lavar el mineral, en función de la técnica del “beneficio de patio”, creada por Bartolomé de Medina en territorio hidalguense. 

El siglo XX implicó nuevos retos para la traza urbana de Pachuca y para su relación con los ríos que cruzaban su geografía. Pero como sucede en la actualidad, las tragedias y la presión social aceleraron la construcción de infraestructura.

Un hito fue la inundación que tuvo lugar en el verano de 1949, cuando el desbordamiento del río de las Avenidas cubrió buena parte del centro de la ciudad. El resultado fue devastador: viviendas colapsadas, cientos de damnificados y daños severos en el comercio local. Todavía se conservan imágenes de aquella tromba, donde el agua literalmente se llevó todo a su paso en las principales avenidas de lo que hoy conocemos como el centro histórico de Pachuca.

Esa gran inundación y otras ocurridas en 1965 y 1973, que también dejaron a cientos de familias damnificadas, obligaron a las autoridades de aquella época a canalizar el río de las Avenidas. Realizada entre los años 1968 y 1974, la obra transformó el cauce natural en un canal revestido de concreto, con muros laterales de contención de más de cuatro metros de altura en algunos tramos.

Paralelamente, otros ríos menores como el Sosa y el de las Minas fueron entubados, lo que permitió abrir calles y avenidas sin la amenaza de inundaciones.

Las obras llevadas a cabo en el siglo XX redujeron el riesgo de inundaciones en el centro de la ciudad, pero trasladaron los problemas hacia las zonas periféricas de Pachuca. El cauce natural del Río de las Avenidas continúa hacia el sur y en torno suyo han crecido fraccionamientos.

Desde la década de 1990 se han registrado fuertes inundaciones en colonias como San Antonio y Piracantos, pero desde los comienzos del siglo XXI, el fraccionamiento Los Tuzos ha sido víctima casi cada año de inundaciones, precisamente por la falta de infraestructura.

A la luz de la más reciente inundación, ocurrida el pasado lunes 2 de junio, la historia nos vuelve a recordar que las obras hidráulicas que necesita Pachuca no han sido concluidas. El esfuerzo de revestir de concreto y luego cubrir el río de las Avenidas en el centro de la ciudad del siglo pasado,  ahora debe llevarse a cabo en la zona sur, tarea que se ha ido postergando durante décadas.

Aunque hoy el alcalde de Mineral de la Reforma, Eduardo Medécigo Rubio, reconoció que el fraccionamiento Los Tuzos nunca debió haberse construido, por su colindancia con el río de las Avenidas, es inviable reubicar a todas las familias que viven allí.

El gobierno del estado, con apoyo de la federación, debe continuar la obra de reforzamiento y entubamiento del río más importante de Pachuca. No hacerlo, sólo hará que se repita la misma historia cada verano en esa zona de la capital hidalguense. Lo peor es que quien paga los platos rotos son las familias que deben comenzar a construir su patrimonio prácticamente de cero.


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