Cuenta Ray Bradbury, maestro de la literatura fantástica contemporánea, que Leigh Brackett fue su impulsora para alcanzar lo que siempre anheló: ser un gran escritor.
Se veían todos los domingos al mediodía en Muscle Beach, en Santa Mónica, California, y textual cita: “Yo me echaba en la playa y lloraba ante la facilidad con que sus personajes –los de Leigh- avanzaban, se aventuraban, morían vivían para lamentar alguna muerte.
“No sé cómo lograba ella soportar mis tempranos esfuerzos”.
Esto lo revela Bradbury en su obra Memoria de crímenes, una selección de sus cuentos, aunque sin dejar de incomodarse porque los editores les endilgaban títulos sin pedirle permiso.
“Después de todo, Media hora en el infierno, o Circo de cadáveres no son exactamente ejemplos gloriosos del arte de titular”.
En su libro hay una guía de lectura de Libia Brenda Castro sobre particularidades del autor.
Raymond Douglas Bradbury nació en el verano de 1920 en Waukegan, pueblo cercano a Chicago, Illinois. Catorce años después se mudó con su familia a California y allí vivió hasta su muerte.
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En 1946 ya participaba en revistas independientes donde publicaba sus relatos. Los temas de ciencia ficción eran motivo de burla. Él Hablaba del oficio de contar historias y su amor infinito por la literatura; empezó a escribir desde los 12 años.
Sus dos libros más importantes son Crónicas marcianas (1950) y Fahrenheit 451 (1953).
Una de sus vivencias evoca a México…”estuve en Guanajuato y las momias de las catacumbas. La experiencia de horrorizó tanto que no veía la hora de escapar del país”. Empero, reconoció que esa impresión tan fuerte le dio buen material para sus textos.
Falleció en 2012.
En el Washington Post apareció: “Sería imposible imaginar un mundo sin la ficción de Ray Bradbury…Sus cuentos y novelas han forjado el lenguaje americano”.
Se apuntaría de su gran compañera Leigh Brackett (1915-1978) escritora y guionista. De lo primero, diecisiete aportaciones aparecieron en quince años en Planet Stories durante la existencia de la revista Wikipedia; del cine se recuerdan El Imperio contraataca, El gran sueño y Río Bravo, entre otras cintas.
Bradbury se refería a sus cuentos favoritos y enumeraba: La larga noche, La señora del baúl y El pequeño asesino. En este último destaca una vez más su calidad de narrador:
“Yo iba a matar al bebé. Sí, iba a matarlo. Cuando estabas fuera, el primer día, entré en el cuarto y le eché las manos al cuello y me quedé así mucho tiempo pensando, asustada. Luego le puse las mantas sobre la cara y lo volví boca abajo y lo apreté y lo dejé así y salí corriendo del cuarto…
“…pero cuando volví, David, ¡estaba vivo! Si, vivo, boca arriba, sonriendo y respirando, después de eso no pude tocarlo otra vez”.
Y en sus palabras Bradbury explica su tenacidad, su apego al dulce bailotear de las letras:
“De manera que ahora todos los lunes escribía un primer borrador del cuento que brotaba de mi cabeza. El martes escribía el segundo borrador. Los miércoles, jueves y viernes aparecían la tercera, cuarta y quinta versiones.
“El sábado enviaba por correo la versión final. El domingo me derrumbaba en la playa por un día, con Leigh”.
De Penguin Random House Grupo Editorial, la primera edición en México, abril 2016.
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