Cada año, la celebración del Viacrucis en diferentes municipios del Valle de Tulancingo, refleja la riqueza y diversidad de las tradiciones religiosas en la región.
Mientras en algunos lugares la conmemoración se realiza de manera simbólica, en otros se vive, con actores que representan las estaciones de la pasión de Cristo en escenas que conmueven a la comunidad.
En Acatlán, uno de los municipios con el Viacrucis Viviente más grandes del estado, la tradición alcanza su edición número 34. Este evento, esperado por la comunidad, combina dramatización y fervor religioso, permitiendo a los asistentes vivir de cerca los momentos más significativos de la pasión de Jesús.
Sin embargo, este año enfrentó un reto importante: la participación de uno de los actores principales, Jesús de Nazaret, quien por motivos de salud tuvo que ser reemplazado semanas antes.
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La incertidumbre durante el Viacrucis Viviente creció ante la posibilidad de que la dramatización perdiera intensidad, especialmente considerando que Alfredo Arciniega Olvera tomó el papel a más de la mitad de los ensayos tras la renuncia de José Pimentel Rodríguez, regidor del ayuntamiento, quien inicialmente había sido designado para el rol.
A pesar de la fatiga y los golpes que sufrió durante la representación, Alfredo logró completar su participación, demostrando el compromiso y la pasión que caracterizan a los acatlenses en esta tradición.
Mientras tanto, en el centro de los municipios de Acaxochitlán y Tulancingo, el Viacrucis toma un rumbo diferente.
Aquí, las estaciones de la pasión se representan mediante imágenes religiosas, oraciones y momentos de silencio, en una conmemoración simbólica encabezada, en el caso de Tulancingo, por el Arzobispo de la Arquidiócesis y sacerdotes que invitan a la comunidad a meditar sobre el significado de la Semana Santa.
En algunas colonias de esta región, los fieles participan en procesiones cargando cruces de madera, recreando la crucifixión y muerte de Jesús, además de colocar mesas con imágenes de las estaciones afuera de los hogares cristianos.
Estas expresiones reflejan una forma más introspectiva y solemne de acercarse a la historia sagrada, en contraste con la dramatización viviente que se realiza en otros municipios.
En unos lugares, la dramatización viviente permite una experiencia más vehemente, mientras que, en otros, la solemnidad de las imágenes y las oraciones crea un ambiente de introspección.
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