Alejandro Gálvez

Farándula al poder para mitigar desesperación de partidos

“Una de las sanciones por negarse a participar en la política es que termines siendo gobernado por tus inferiores”.

Platón

Aunque históricamente los partidos políticos han abierto sus puertas a la participación ciudadana, actualmente lo que estamos viendo con algunos “suspirantes” raya en lo grotesco, y evidencía que, por encima de una participación seria y responsable del multipartidismo de México, sobresale más su preocupación por no perder el registro y su voracidad por seguir recibiendo las jugosas prerrogativas que otorga el Instituto Nacional Electoral.

En plena pandemia, donde la falta de trabajo y recursos económicos está agobiando a muchos, la política empieza a ser el barco más socorrido por cantantes, artistas, futbolistas, luchadores y hasta por ex reinas de belleza, quienes arropados por partidos políticos buscan espacios de representación popular disponibles: gubernaturas, diputaciones federales, locales, alcaldías, lo que caiga con tal de mantenerse vigentes.

Un derecho legítimo plasmado en la constitución que tienen estos personajes a votar y ser votados, eso no está a discusión. 

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Sin embargo, desde hace algunos años tenemos nuestras claras de casos lamentables de lo que pasa cuando la fuerza de la popularidad es la única carta para llevar al poder a personajes que carecen de la más mínima preparación para gobernar.

Ahí tenemos el caso del futbolista Cuauhtémoc Blanco, quien le cobró siete millones de pesos al Partido Encuentro Social a cambio de aceptar ser candidato a la alcaldía de Cuernavaca, la cual ganó pero sus resultados como gobernante fueron  desastrosos.

Ahora es gobernador de Morelos, estado que maneja como si pateara un balón. No por nada, el Cuauh siempre aparece en las encuestas como el peor gobernador de México.

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O qué tal la actriz Carmen Salinas, a la que el PRI convirtió en diputada federal alegando que era la cuota para la ANDA (Asociación Nacional de Actores), y quien en 2015 recomendó a un ciudadano “no hacerla de pedo” cuando éste le exigió que citara por lo menos una iniciativa que haya presentado en la Cámara de Diputados. “Ahorita no las tengo”, respondió la brillante legisladora.

El reconocido actor mexicano Damián Alcázar también tuvo la oportunidad de predicar con el ejemplo cuando Morena lo dio la oportunidad de ser diputado de la asamblea constituyente de la CDMX, pero terminó separándose del encargo tras ser exhibido por faltista, pues de 16 sesiones, solo a cuatro asistió. O qué tal el distraído stripper que ahora baila en San Lázaro, Sergio Mayer, quien pese a ser el presidente de la Comisión de Cultura, confunde Palacio de Bellas Artes con Palacio Nacional, la Profepa con la Profeco, y cómo olvidar su más grande pifia, cuando confundió a un actor del cine porno con un estudiante de física.  

En este breve compendio no puede faltar la locutora poblana convertida en diputada federal, Nay Salvatori, que saltó a la fama más por su lenguaje carretonero y misoginia que por su trabajo como diputada, basta recordar cuando en pleno programa de radio insultó a una radioescucha a quien llamó “putita, zorra, golfa” y luego remató:

“A ver pendeja, a mí tú no me vas a cuestionar pinche escuincla babosa y ojalá se te quite lo puta”.

Este grupo de artistas, luchadores y futbolistas sienten que hoy, pueden ser los médicos que necesita nuestro país, un país malherido, enfermo, que enfrenta una triple crisis de salud, inseguridad y economía, pero la experiencia nos grita que a nuestro país le ha ido muy mal por no cuestionar ni reflexionar los perfiles de a quienes les damos el voto para que sean nuestros representantes.

Este año habrá elecciones, consideradas las más grandes de la historia, y para desgracia de nuestro enfermo país y de quienes habitan en él, la oferta de los partidos políticos dista mucho de lo que México requiere y lo que los ciudadanos merecen.  

Si no me cree acuérdese de esos diputados federales que en lugar de estar preocupados por etiquetar recursos para medicinas para los niños con cáncer, para enfrentar la pandemia o para reactivar la economía, se pusieron a sembrar mariguana en San Lázaro, y todavía lo presumieron en redes sociales con una sonrisa de oreja a oreja.

Para sus males, México hoy necesita un verdadero remedio, no una solución de cuarta.


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