Nadie podría negar que el título del libro más reciente del crítico musical inglés Simon Reynolds resulta absolutamente atrayente y fascinante: Futuro-manía -sueños electrónicos, máquinas deseantes y la música del mañana… hoy; se trata de una compilación de ensayos sobre temas vinculados con la música contemporánea que ahora le brinda la posibilidad de ser “cautelosamente optimista” al existir propuestas y condiciones que le parecen entusiasmantes.
Como suele ocurrir en estos casos, la obra contiene muchísimos datos y nombres alrededor de un movimiento tan complejo como lo es la música electrónica, que va de la vanguardia más sofisticada a la escena dance de los grandes festivales y la industria mainstream, pero un autor tan avezado como lo es el inglés sabe que su objetivo es abarcar temáticas mucho más amplias e incluir implicaciones socio-culturales, que resultan claves para dilucidar en torno al fenómeno que le interesa.
Es así que en uno de los primeros textos de Futuro-manía cita al escritor William Gibson: “el novelista ciberpunk tuiteó recientemente la siguiente observación, que me parece muy ingeniosa: “En la década de 1920, la idea de ‘el siglo XXI’ ya era omnipresente en la cultura popular. ¿Con que frecuencia vemos la frase ‘el siglo XXII’ hoy en día?”. Y es verdad: ya no tenemos esas fechas. De niño, de joven, tenía imágenes mentales del siglo XXI. Pero hoy no tengo ninguna noción de 2050 o 2100, salvo como algo deteriorado o ligado al colapso”.
Ahí tenemos aquella idea de 2001: Odisea del espacio e incluso antes 1984 de Orwell, pero hoy dicha especulación se ha desgastado… ha perdido su encanto. ¿Cuántas personas al menos han tratado de adivinar el año en el que posiblemente mueran?
Simon Reynolds nos recuerda que durante mucho tiempo pensamos que teníamos una cita con el futuro y que hoy día esa idea parece que ha perdido sentido o bien llegamos a pensar que se ha cancelado -tal vez sólo tenemos la posibilidad de ir brincando el presente a través de un día a día ad infinitum-.
El también autor de Retromanía mantuvo una amistad y una fructífera relación de trabajo con Mark Fisher, otro estudioso de la sociedad contemporánea y la música; ambos coincidieron en diversos paneles antes de que Mark se suicidara en 2017, pero, durante una conversación, el ensayista y autor de K-punk y Los fantasmas de mi vida tuvo oportunidad de señalar: “la temporalidad cultural ahora no se mide por la aparición de formas nuevas, sino por mejoras técnicas que en su mayoría se manifiestan en términos de distribución y consumo de cultura antes que en términos de producción”.
Al respecto, Reynolds retoma una idea expresada muchos años antes por otro de los gigantes de la ciencia-ficción; J. G. Ballard apunto: “Bueno, no tiene sentido escribir sobre el futuro: el futuro está aquí. El presente anexó el futuro sobre sí mismo”.
Por su parte, Mark Fisher -que era un desencantado y terminó por poner fin a su existencia- hablaba acerca del tema del futuro en términos sociales: “como una desposesión, una especia de desilusión que ocurre tan gradualmente que resulta casi imperceptible: nuestra fe, nuestras expectativas se van erosionando muy a de a poco, y lo peor es que esa pérdida va creciendo en nuestro interior de manera insidiosa”.
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