Es tanto el impacto que me produce la partida del cineasta y músico David Lynch que no me propongo realizar una evocación biográfica… ya vendrán muchos y muy buenos textos de grandes especialistas. Baste mencionar que nació en Missoula, Montana, el 20 de enero de 1946, y murió el 15 de enero de este año… tenía 78 años.
David Lynch no fue un artista cualquiera… basó su obra en darle importancia a los sueños, más bien en crear una dimensión onírica-fílmica con sus propias reglas y peculiaridades. Jamás le importó ceñirse a la lógica en que decimos movernos e hizo de la excentricidad la matriz de su arte y de su modo de vida.
Siempre he permanecido obsesionado con la secuencia de Terciopelo Azul (1980), en la que un enloquecido Dennis Hopper se lleva a un tiradero de automóviles a Kyle MacLachlan para madrearlo; primero en la casa de citas de dónde parten y luego en el yonke hace sonar “Candy Colored Clown” de Roy Orbison para luego desatar el delirio brutal.
La secuencia posee una refinada forma de violencia y, como toda la película, una pátina mórbida que resulta absolutamente atrayente. Lynch descolocaba, provocaba, increpaba, a nuestra manera de entender las cosas.
Por supuesto que ahí están Eraserhead, Lost Highway, El hombre elefante y la serie dedicada a Twin Peaks y el cadáver de Laura Palmer, pero uno no controla sus obsesiones y claro que Terciopelo Azul es una de ellas, pero no puedo dejar atrás otra, una que proviene de la exclamación de Nicolas Cage en Wild At Heart (1990):“¡Esta es una chaqueta de piel de serpiente! Y para mí es un símbolo de mi individualidad y mi creencia en la libertad personal”.
El periodista Carlos Ramírez retomó está frase para evocarlo y me remontó de inmediato hasta la imagen de Nicolas Cage en un descapotable´convertido en Sailor Ripley para emprender una escapatoria rumbo a Nueva Orleans en compañía de su novia Lula Pace Fortune, interpretada por Laura Dern.
Salvaje de Corazón permitió a Lynch trabajar a partir de una novela del enorme escritor norteamericano Barry Gifford -al que bien haríamos en apreciar en todo lo que vale-. La historia fílmica también nos lega a un impresionante Willem Defoe encarnando al mafioso Bobby Perú y a Isabella Rossellini como Perdita Durango (una pareja que evoca a los famosos Narcosatánicos).
Pero regresemos a Sailor Ripley en plan de un Elvis mutante y apelando a una chamarra de piel de serpiente para exaltar el disenso ante lo socialmente común y corriente. Lynch siempre reivindicado el lado torcido del camino existencial sobre el que no tienen otra opción sino transitar sus personajes.
Aquella frase como un manifiesto… un alegato para exaltar la disconformidad y, si, esa creencia total en la libertad personal. Wild At Heart también hizo inmortal a “Wicked Game”, ese rocanrol cachondísimo de Chris Isaak.
Bajos fondos, tramas criminales, ensueño romántico… una oscura Norteamérica fascinada por la perversión y lo improbable. El cine desplegándose en su forma más pura… sin ataduras ni limitantes; Lynch le quitó cualquier tipo de amarras y lo dejó acelerar en una ‘Carretera perdida’.
El fotógrafo Fernando Aceves asocia íntimamente a David Lynch con David Bowie y me parece que acierta rotundamente… ambos transformaron la forma de entender y asimilar al arte… el mundo no fue el mismo después de su obra.
Habremos de seguir pensando y evocando a Lynch… un verdadero Salvaje de corazón.
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